Mucho se ha hablado y escrito sobre los derechos fundamentales de los trabajadores los que sin duda, por convicción y no por imposición u obligación, comprendemos y respetamos fielmente. Han sido muchos años los que los trabajadores han luchado por sus reivindicaciones las que consideramos lógicas y justas. Entendemos, por otro lado, los problemas que enfrentan las pequeñas empresas para financiar sus actividades, los endeudamientos en que incurren por soportar o los malos períodos o, en su defecto, las necesidades de mejorar su infraestructura, especialmente maquinaria.
Lo que no entendemos es por qué la legislación laboral contempla tan pocos capítulos dedicados a la contraparte, a aquella que los pequeños empresarios soportan cada día y que tiene que ver con los deberes y obligaciones de los trabajadores.
Se ha visto y se conoce muchos ejemplos de empresas que se han visto en serios peligros de subsistencia debido al sofoco que le provocan sus propios funcionarios, inestables debido al abuso de algunos que creen tener sólo derechos y ninguna obligación. Cierto es que existen dueños de empresas sin ninguna conciencia social, que explotan a los suyos casi sin piedad, que se niegan a pagarles sus imposiciones, que viven hostigando y maltratando sicológicamente a quienes trabajan en sus empresas y que se desviven por evitar pagarles lo que deben creyendo, en muchos casos, que están haciendo un favor al mantenerlos en sus empresas. Están profundamente equivocados pues son, precisamente, los que conforman la fuerza laboral quienes dan vida a proyectos, al desarrollo y al progreso empresarial.
Pero, en la otra cara de la moneda, están aquellos que abusan a diestra y siniestra de sus derechos, que son capaces de destruir proyectos, de hacerlos inestables y que se amparan en sus años de servicio, casi a la espera de ser despedidos para quedar, momentáneamente, con algún dinero pero sin trabajo, que es lo que no logran entender, es decir, que su ocupación es su principal capital.
Esos malos trabajadores, además, son capaces de causar daño al grupo, de hacerlo caminar por rumbos equivocados, de hacer el papel del gusano en la manzana, impidiendo que una empresa determinada funcione con la normalidad que necesita.
La ley, así como con justicia es dura con los empresarios evitando abusos mayores, también debe contemplar justicia sobre todo para aquellos esforzados pequeños empresarios que levantan empresas, que dan trabajo y que son justos con sus trabajadores. La ley debe ser equitativa, justa para todos y eficiente.
Sólo de esa manera se logrará el equilibrio laboral que además de ser necesario es lo que corresponde para establecer un justo vínculo entre las partes.