Vamos por parte, paso a paso, pues en una de esas llegamos a responder la pregunta que planteamos. ¿Qué es lo que busca el ser humano desde que tiene conciencia de ser? La respuesta puede ser extremadamente fácil pues podría decirse que cada cual tiene sus propios intereses y de acuerdo a ellos vive, desarrolla sus actividades y trata de progresar en la vida. Podría decirse, incluso, que se busca comodidad, algunos lujos, buen colegio para los hijos, seguridad y un buen trabajo, lo que engloba a la formación de una familia que incentive luchar por esos objetivos.
Pero, ¿es eso todo? ¿No existen otros valores que puedan motivarnos? O, visto de otra forma, ¿qué es lo que mueve a algunos seres humanos a preferir los caminos de la perversidad y del odio etiquetado con sonrisas que esconden esa furia interna contra todo y contra todos? ¿Qué podría incentivar a una persona a tratar de dañar a los demás o a otra en particular? Los caminos de la mente son demasiado complicados como para acertar de buenas a primeras con esas respuestas pero quizás podamos encontrar en la envidia incontenible, en el egoísmo y el egocentrismo dañado, en las ambiciones cuesten lo que cuesten o en fracasos y frustraciones que se repiten invariablemente, los fundamentos de actitudes que resultan incomprensibles, que no son capaces de dañar siempre pero que invitan, al menos, al análisis del comportamiento humano.
Como se puede observar, el ser humano tiene distintos objetivos, diferentes formas de pensar y de actuar y recurre a las herramientas que le parezcan más efectivas para llevar a cabo sus propósitos, buenos o malos. La diferencia la marcan, definitivamente, quienes son los observadores de esos procesos pues son ellos y no otros los que sacarán sus propias conclusiones, a veces, realmente categóricas.
Todas las personas somos distintas, en ello radica una de las bellezas de la vida. No dejemos de lado que para apreciar lo bueno o la bondad existe su contrapunto, vale decir, la maldad. Y que para descubrir los secretos del alma humana no está demás mirar a los ojos de quienes nos enfrentan.