Al escuchar y/o ver la publicidad de algunos productos muchas veces no nos percatamos de fenómenos dignos de análisis y que, por repetitivos, se nos van metiendo en la cabeza como verdades inobjetables. Por ejemplo, el de las pastas dentales. En ese caso, sin exagerar, van apareciendo nuevos productos, con nuevas fórmulas que se presentan como el último descubrimiento del siglo. Es decir, el dentífrico que el mes pasado era una maravilla es rápidamente enterrado por el que se presenta hoy. Y así, sucesivamente. Estamos refiriéndonos a productos provenientes de una misma empresa. ¿Es que los análisis de laboratorios son tan rápidos que mes a mes, o cada dos meses, se puede producir otra pasta que revolucione el mercado? ¿O se trata de simples “fórmulas” pero de marketing para impulsar o provocar el deseo de comprarlas y probarlas? Porque, además, no se conoce que una persona de dientes amarillos los blanquee milagrosamente con el uso de la pasta de ayer, luego con la de hoy y, posteriormente, con la que aparezca mañana. Además, si se han dado cuenta, todas son las recomendadas por un porcentaje de dentistas, todas son las número 1 y todas las de mayor venta en el mundo. Parecido es lo que ocurre con los cepillos dentales.
En otra área de la publicidad nos vemos enfrentados al dilema de cuál detergente comprar porque de acuerdo a lo mostrado en imágenes y conceptos, todos son mejores que los otros. ¿No es verdad? Lo grave es que un par de ellos, al menos, son producidos por una misma empresa lo que equivale a decir que los productores saben perfectamente cuál es mejor que el otro, en cuál invirtieron más elementos y en cuáles se puede obtener un mejor rendimiento. Sin embargo plantean una guerra mediática entre ambos que no hace más que creer que se trata de empresas antagonistas que con justa razón publicitan sus productos estrellas. Pero son de un mismo dueño, por decirlo de alguna manera y, qué duda cabe, distintos en calidad.
Y así la historia se repite con publicidades que mueven al engaño, a la duda razonable, a la falta de claridad ante los usuarios. ¿O usted sabía que al menos dos conocidos detergentes son vendidos por una misma transnacional?
En los tiempos de nuestros abuelos existía un solo azul para lavar, el jabón Gringuito con el que se bromeaba con lo de “saca la mancha y deja el hoyito” o, directamente, el cloro. Y no había mayores confusiones. Es verdad, no se puede negar, que con el paso del tiempo ha habido notorios avances debido a la inversión en investigación. Está claro que los productos han mejorado pero cuesta creer que todas las pastas dentales sean las número 1, que todas sean las recomendadas por los odontólogos, algunos de los cuales prestan sus nombres e imágenes para asegurarlo, claro, por unos pesos que nunca están demás y que dos detergentes comercializados por una misma empresa se disputen de esa manera el pedazo más grande de la torta.
Y no lo piense dos veces, el Correo del lago es el diario que más y mejor informa en todo el mundo. ¿Y por qué tendríamos que quedarnos atrás en esas prácticas?