Ser mal agradecido
Por la vida pasan muchas personas, que van, que vienen. Personas que hacen de todo, y otras que no hacen nada, ni por ellas mismas ni por nadie. Hay tantos tipos de personas en el mundo; tan diferentes, tan semejantes. Si nos detenemos a observar por tan solo un instante, nos daremos cuenta de tantas cosas, que nos amargaríamos durante la vida entera y nos aferraríamos a la idea de morir de un trancazo, y alejarnos de todo este sufrimiento, de esta cruel existencia.
En la vida puedes conocer a muchas personas, personas que te quitan y te dan, que te suman y te restan. Aunque finalmente muchos optamos por tener un solo buen amigo, que cientos de mal agradecidos. Es preferible, a final de cuentas, contar con una sola persona, que creer que cuentas con muchos; y al final, después de todo, no tener números para contar.
El ser humano tiene muchas virtudes y defectos, cosas buenas y cosas malas, y se supone que debe uno querer a sus semejantes con todo esto, ¿pero hasta qué punto? ¿Hasta cuándo aguantar a otra persona? ¿Hasta cuando poner la mejilla, y después de que te golpeen, poner la otra, y que continúen haciéndolo durante una eternidad? ¿Hasta cuando, maldición?
De gente así, hay que alejarse. Sabemos que no todas las personas actúan de esa manera, por eso la honestidad al decir las cosas, al cobrar dinero, al pedir favores, al abrazar e incluso al mirar a los ojos, es esencial para poder entendernos y convivir de mejor manera. No vivir con esta incertidumbre y angustia en la vida, pensar que existen personas que viven por conveniencia. Hoy te necesito, hoy te busco, hoy eres bueno, pero mañana ya no. De todos los defectos que tiene el ser humano, a mi entender, este es uno de los más irritantes y abominables. Por esto, creo que hay que pensar dos veces antes de hablar o actuar, devolver la mano con conciencia cuando te la prestaron, dar por último alguna explicación. No es muy agradable andar por la vida de mal agradecido, aunque por dentro seas el más humilde del universo.