Primeramente, tras escuchar lo que nos comunicaban vía WhatsApp, nos sentimos aturdidos. Luego nos invadió una enorme pena, mezcla de angustia e incredulidad. Repentinamente, como suele ocurrir, se había marchado una de las mujeres más valiosas que hemos conocido. Ya lo saben, se trataba de doña Adriana Soto Acuña. A pesar de la cercanía que teníamos, del respeto y afecto que nos profesábamos, no estábamos al tanto de su estado de salud en los últimos días. Menos, que se encontraba en el Hospital de Villarrica.
Hace un par de meses habíamos conversado sobre la posibilidad de que los adultos mayores tuviesen un programa en nuestras emisoras. Bastó que lo pidiera para que ese anhelo se concretara sin costo para la Unión Comunal del Adulto Mayor que ella presidía. Después, hace algunas semanas, habíamos estado en su casa para regalarle una potente lupa que le ayudara en su creciente ceguera. Ella leía el Correo del lago todos los días. Además era fanática de la programación radial nuestra, tanto en la mañana como en las tardes, en que se acompañaba con los viejos y tradicionales tangos. Incluso, solía solicitar canciones.
Adriana Soto fue una mujer particularmente luchadora, fiel a sus principios, leal a los suyos, inclaudicable con sus ideales y abierta con sus sentimientos, los que plasmó en sus bellos escritos. Podría decirse que fue una eterna luchadora. Fue dirigente regional de los adultos mayores y por muchos años líder de sus pares en la comuna de Villarrica, organización a la que hizo crecer a punta de tozudez, inteligencia y empeño.
A nuestra querida Adriana no podremos olvidarla. Ella, en este minuto, vuelve a ser la compañía de su madre quien viajó antes para preparar su recibimiento. No la podremos olvidar porque todas aquellas que son consecuentes con sus ideales y luchan por ellos, son personas dignas de admirar y de recordar.
En una autobiografía, Adriana escribió: “Conocí la pobreza, muchas veces la miseria y me sentía impotente para solucionar tanta pobreza”. Esa fue su razón de ser, a aquello se consagró y por ello luchó hasta su muerte. Adiós, querida Adriana. Hasta siempre, amiga querida. Hasta algún día en que podamos reunirnos para seguir conversando, como siempre.