Sin afán ninguno de lucimientos personales, sin que se interponga alguna vanidad personal y sin pretensiones de ser objeto de aplausos, siempre será interesante dejar alguna huella de nuestro paso por la vida. Algún surco en el corazón de nuestros hijos, algún ejemplo en la conciencia de nuestras amistades o alguna esperanza en el alma de quienes conforman nuestro espacio en la sociedad en que nos ha correspondido habitar y compartir. No hablamos de grandes cosas materiales pero sí, quizás, ejemplos de vida, enseñanzas, formas de conducirse en lo personal y en lo colectivo. Algo de lo que nuestros descendientes puedan enorgullecerse. ¿No es verdad? Hemos escrito en innumerables ocasiones que debe ser muy triste y frustrante llegar al final de nuestras vidas con la sensación de vacío, de disconformidad con nosotros mismos por no haber sido capaces de construir algo un poco más duradero. Nótese que no nos referimos a asuntos que involucren dinero pues para lo que hablamos no hace falta una fortuna. Estamos conversando de algo mucho más duradero y de mayor valor. Justamente, y como ejemplo, pensamos en dejar valores, enseñanzas que calen hondo entre quienes nos observan de cerca o de lejos y que esperan algo de nosotros. ¿Qué sacamos con dejar tierras, casas, vehículos y joyas si no fuimos capaces de influir sobre los nuestros permitiéndoles que sean delincuentes? ¿No es mejor edificar ciudadanos correctos, con valores y sentido social? ¿Con apego a la vida pero dispuestos a dar la vida por defender sus postulados?
Llegar al fin de la vida terrenal para que se diga que fuimos un “don nadie” debe ser terrible para quienes sabemos que para que el futuro sea lo más sólido posible es preciso educar hasta el último día. Llenarse de materiales como la ética, la moral, sentimientos sociales, solidarios y de comprensión hacia los demás. ¿Cómo lo harán aquellos padres que viven en medio de trampas y engaños? ¿Qué podrán enseñar a sus descendientes?
Una buena forma de vivir la vida como corresponde es darlo todo por enseñar lo que sabemos, por compartir lo que hemos aprendido y por cultivar los valores que forman a los verdaderos hombres. Entonces, nuestro paso no será en vano y la huella que dejemos, o el surco que entreguemos a los que nos sucedan será maravilloso.