Quienes circulan por las ferias permanentes en Villarrica, la del costado del gimnasio municipal, y que degustan un producto artesanal como el chocolate, probablemente no imaginan que sus orígenes están en una planta que se cultivó hace nada menos que unos tres mil años entre mayas y aztecas en México: el cacao.
En un comienzo el chocolate era consumido sólo como bebida, pero más adelante con uso de técnicas rudimentarias, se transformó en un alimento sólido que hoy es producido en todo el mundo. Chile es el primer consumidor de chocolate en América Latina, con 2,4 kilos por persona al año.
Alberto Blanco Huilipán (67), casado, 1 hija, cuenta que todo comenzó cuando su esposa participó en cursos de chocolatería en Temuco y en Argentina. Fue así como conformaron una micro empresa familiar, con su esposa y su hija Cecilia.
Calidad y buena atención
Alberto Blanco atiende uno de dos locales, pone el acento en la calidad del producto y subraya también la buena atención que se ofrezca al público. “Influye mucho la forma como atendemos a las personas. La gente se va encantada saboreando ricos chocolates y por eso muchos clientes vuelven a nuestros locales. Tenemos clientes desde Arica a Magallanes”, comenta con satisfacción.
“El chocolate es de mejor calidad en la medida que contenga más cacao, es un poco amargo, pero tiene la gran ventaja que lo pueden consumir personas que padezcan diabetes”, explica Alberto. “Por eso, ese tipo de chocolate tiene gran aceptación entre nuestros clientes”.
Lustrando zapatos
El entrevistado de hoy ha ocupado buena parte de su vida laboral en una actividad muy lejana al chocolate. “Trabajé en la construcción por mucho tiempo, recorrí muchas zonas del país, porque la empresa asumía proyectos en distintos puntos”.
El micro empresario recuerda que de niño aprendió a conocer el significado del trabajo. “Ya en esa época (años 60), lustraba zapatos, vendí diarios y me hacía algunos “cortes” con una carretilla de mano llevando paquetes desde la estación ferroviaria. Iba a la escuela Misional a “pata’pelá”. Mi primer trabajo formal fue en la constructora que levantaba la población “Ancahual”, a principios de los años 70. Lo recuerdo bien porque justo me casé ese año”.

Experiencias trasandinas
De su juventud, Alberto recuerda cuando se presentó a los 18 años al servicio militar. “No fui considerado porque esa vez había exceso de contingente, fue lo que nos explicaron. Después de eso, con un amigo nos fuimos a la Argentina, a la zona de Neuquén, Centenario, Cipolletti, Cinco Saltos”.
“La primera vez que fui a la Argentina fue de niño con mi padre. Después fui muchas veces, en verano. Encontraba que todo era bonito por allá y había varios artículos que aquí no se conocían o que eran demasiado caros: aparatos de radio portátiles, relojes, etc.”, narra.
Ahora Alberto está jubilado y confiesa que su pensión es muy baja, por lo que su micro empresa de chocolatería es muy importante para aumentar los ingresos familiares. “Tengo glaucoma ocular y necesito medicamentos permanentes, así es que el negocio ayuda bastante”.
Trabajo independiente
Por su parte, su hija, Cecilia Blanco Gutiérrez, casada, 3 hijos, maneja su local justo en una esquina frontal del gimnasio. Cuenta que comenzaron con un toldo en la plaza de Villarrica. “Además de chocolates, hemos ido incorporando otros productos como miel, mermeladas y dulces varios. La experiencia ha sido muy buena y estoy muy contenta”.
“Nuestro emprendimiento ha sido muy positivo. He podido trabajar independiente, con horarios flexibles, lo que me ha posibilitado criar a mis hijos sin dificultades. Mis padres tienen la fábrica y yo soy una colaboradora. Me gusta también porque estoy más cerca de mi papá”.
Sobre la actividad turística, Cecilia apunta que no encuentra distinto hoy al panorama que han vivido otras temporadas. “Estos fines de semana han sido como siempre y no creo que eso vaya a cambiar, a pesar de la situación que vive el país. Estoy optimista en este sentido”, comenta la joven villarricense.