La vida, dicen, se va formando y forjando en base a emociones que a su vez van fabricando capas en el alma según sus naturalezas. Si aquellas son fuertes y tristes, se irá creando una personalidad más bien retraída y hasta resentida. Si, al contrario, las emociones son alegres, bordean en la felicidad y van creando caminos de paz y tranquilidad, aquella personalidad podría ser francamente abierta y distendida, con claros matices o rasgos que permitirían entender a aquellas personas como capaces de enfrentar la vida a plenitud.
Pero, no debe entenderse la pasividad de algunos y la nostalgia que asoma en sus miradas o, el silencio casi permanente de sus labios, como una incapacidad o factor negativo que les desmerece y pone en segundo plano ante los demás. Muchas veces éstos son más analíticos, mucho más claros y firmes en sus decisiones pues no pecan de atolondramiento ni impulsividad.
¿A qué viene lo anterior? ¿Por qué ese preámbulo? Pues porque tuvimos la oportunidad de conversar con un joven puconino que visitó nuestras oficinas en afán de conocer cómo se hace un diario. En medio de la conversación fuimos descubriendo en él algunos rasgos de melancolía, de tristeza interior muy fuerte pero, al mismo tiempo, un notorio sesgo de voluntad, de deseos de levantar la cabeza y de batallar contra la adversidad, realmente encomiable. Justamente, con el paso de los minutos fuimos conociendo aspectos de su vida que nos sorprendieron por su dureza, que nos hicieron comprender su personalidad y admirar su fuerza interior. Nicolás, ese es su nombre, recién empinado en voluntariosos 16 años, desea ser periodista y entiende que para ello necesitará una personalidad capaz de enfrentar situaciones poco comunes, como suele suceder con quienes abrazan esa profesión.
Entendemos que Nicolás logrará su objetivo pues, a pesar de su timidez y de los pasajes durísimos que ha debido vivir en su corta existencia, tiene lo que muchos no poseen: la decisión inclaudicable de vencer sus propios miedos para enfrentar sin temor el futuro.
Sólo 30 minutos estuvo en el diario y nos dejó una hermosa lección. Nosotros, los adultos, acostumbramos a ahogarnos en pequeños problemas. Otros, los enfrentan, batallan contra ellos, entendiendo que es la única manera de salir airosos de la adversidad.
Suerte, amigo nuestro.