El de hoy es viernes y no sabemos por qué extraña razón los rostros comienzan a cambiar y la mirada como a llenarse de ilusiones nuevas. ¿Lo ha notado o experimentado? Es como si se nos abriera un mundo nuevo porque el viernes trae consigo el fin de la semana de estudios y de trabajos. Comienza a dejarse atrás las tensiones y las últimas de la jornada preferimos guardarlas para los lunes siguientes, decididos a sacarle jugo al fin de semana.
¿Por qué los días laborales son tan tensionantes? ¿Por qué el trabajo significa una sobrecarga emocional que nos pone duros, tensos, hasta amargados y malhumorados? Se ha dicho y escrito hasta el cansancio que el buen ambiente de trabajo es determinante para el rendimiento de cada persona, que depende de ese factor que los estudiantes y trabajadores logren mejores resultados. Sin embargo, existen empresarios, trabajadores, estudiantes y hasta profesores que se encargan de crear ambientes pesados, desagradables y poco amables. Empresarios que exigen látigo en mano, trabajadores que viven de la acusación contra sus compañeros, alumnos que entorpecen las clases y la convivencia escolar y profesores que más parecen verdugos que maestros con la enorme responsabilidad de enseñar. De ese modo se destruye un ambiente laboral o educacional, incluso, familiar.
En la otra cara de la moneda, ya que es viernes y ese es el tema de hoy, perfectamente este día podría ser uno más de la semana laboral, distinto claro porque es el último para la gran mayoría, ya que otros muchos deben trabajar o sábado o domingo, pero no tan agobiante, que no represente esa sobrecarga o ese deseo de dejar todo tirado hasta el lunes venidero. Depende, insistimos, en cómo se vaya construyendo un entorno humano deseable, mínimamente habitable y en el que todos hagan su aporte para lograr ese objetivo.
Hoy es viernes y todos nos preparamos para disfrutar de dos días en casa, junto a la familia, junto a los amigos. Dos jornadas en que también hay trabajo en casa, en que igual se debe estudiar pero en un ambiente distinto, sin sobrecargas, sin presiones. Es evidente que hay que cortar leña, preparar pruebas, limpiar, reparar, etc., pero con otro ánimo, con una visión distinta.
Hoy es viernes y corresponde dejar atrás por unos días la pesada carga laboral, las incomprensiones, las frustraciones y desesperanzas. Lo terrible sería llegar a casa para enfrentar otro tipo de dramas, otras situaciones, distintas pero también llenas de tensión. ¿Qué ser humano podría soportarlo? Hay que hacerlo, a veces. Es inevitable, en otras. Pero como forma de conducta, como rutina semanal, francamente sería una pesadilla.
¿Se da cuenta lo que vale nuestro aporte personal?