Se busca con suma urgencia a un chileno, a uno solo que pueda explicarle al resto de los habitantes de Chile lo que actualmente sucede en el país. Es difícil explicarlo y más complicado entenderlo. Así como en el pasado San Martín y O’Higgins se dieron un histórico abrazo que se perpetuó en el tiempo, así, también, el oficialismo y la oposición se abrazaron luego de lograr un acuerdo para que en Chile hubiese un proceso plebiscitario con miras a renovar la Constitución Política del Estado. Faltó el beso para que la foto fuese ideal. Pero no lo hubo y tampoco tiempo para mantener la palabra empeñada. Da la sensación que la UDI se salió con la suya porque ahora gran parte de la centro derecha se opone a dar curso al plebiscito. No se opone a que sean los chilenos los que elaboren la nueva carta fundamental, sino también a que los constituyentes sean mixtos: mitad ciudadanos y mitad parlamentarios. Se opone, ahora, a absolutamente todo. En otras palabras, a que se mantenga la Constitución de 1980. ¡Exijo una explicación!
Por su parte, la centro izquierda se empeña en seguir dando espectáculo, cada vez más lejos de unirse, cada vez más distante de acoger el clamor de quienes dicen representar, cada vez más alejada de la realidad que vive el país. Haciendo el ridículo, en muchos casos o, en otros, mirando para otro lado cuando se le exige algo más que largos y aburridos discursos en el parlamento. Si de la Concertación y de la Nueva Mayoría ya nadie se acuerda, menos se vislumbra un nuevo pacto político porque cada cual rema para su lado de acuerdo a sus propias convicciones, sin ceder ni un centímetro a los que debieran ser sus “compañeros”. Un fraude haber creído en los jóvenes políticos que ya aprendieron las mañas de los “apitutados” en el poder. Parecían una esperanza pero resultaron ser iguales.
Se busca con suma urgencia a un chileno cuerdo, con la mente fría, analista objetivo e imparcial que resuelva qué está pasando. De otro modo el pueblo chileno se volverá loco en medio de las mil explicaciones que dan unos y otros. Para el final, cuando Bachelet llegó a los 15 puntos de popularidad, se dijo con énfasis que cómo era posible que siguiera gobernando, que hasta dónde llegaba la ambición de poder. ¿Y? ¿Cómo estamos hoy día? Nunca hay que decir “de esa agua no beberé”.