¡Cuidado! ¡Protéjase! La tiene en su bolsillo, billetera o cartera justo en este momento y, por favor, no reclame que no le advertimos. Nos referimos a las “benditas” tarjetas de crédito, a aquellas en que los bancos y grandes tiendas gastan fuertes sumas en el afán de convencernos que son prácticas, seguras (¿?) y amistosas porque con ellas todo está al alcance de una clave de seguridad. Todo, hasta lo inimaginable.
En la situación actual del país se calcula que un gran porcentaje de chilenos cumplió con el justo sueño de salir de vacaciones en verano junto a la familia teniendo como aliada principal una tarjeta de crédito. Hasta la bencina del auto se financió de esa manera, vale decir, en cómodas cuotas mensuales. ¿Y ahora? ¿Y los gastos de marzo, las compras escolares? ¿Cuál es el problema? Allí están, en nuestros bolsillos, billeteras o carteras las flamantes tarjetas de plástico que dan para todo, con las que financiamos todo hasta que un día los bancos nos consideran clientes peligrosos por excedernos en los gastos, los mismos que ellos y las grandes tiendas incentivaron invirtiendo jugosas cifras en publicidad persistente, permanente, en todas las tandas televisivas, principalmente, mostrando a familias felices de vacaciones y a estudiantes muy bien vestidos para el día del inicio del año escolar.
¿Cómo las pagaremos? ¿Cómo cubriremos esos gastos con intereses? ¿A quién pediremos auxilio? ¿A los bancos o a las grandes tiendas? Pensemos que para cuando ese día llegue ya tendremos un par de cuotas atrasadas y que las puertas del banco y de aquellas tiendas que nos ofrecían maravillas, así como sus ventanales se protegen de los violentistas, esas puertas estarán cerradas porque no habrá más oportunidades de seguir endeudándose, al menos no con sus tarjetas. Sumemos a lo anterior la situación económica que vivimos y la que, probablemente, se nos viene encima.
¡Cuidado! ¡Protéjase! La tiene en su bolsillo, billetera o cartera justo en este momento y, por favor, no reclame que no le advertimos.