
La reciente temporada de verano en Villarrica, ha dejado ver una vez más, a decenas de personas que pululan en grupos por las calles del centro comercial y otros que se estacionan en esquinas estratégicas en que funcionan semáforos. Son mochileros y aventureros, malabaristas y músicos callejeros.
También se ve a pequeños grupos de hombres y mujeres adultos jóvenes, que sin ningún rubor, solicitan “aportes” en dinero al público en las calles céntricas. Otros sencillamente duermen junto a portales de supermercados, a plena luz del día, en medio de bultos y mochilas.
Esfuerzo y sacrificio
Este panorama contrasta abismalmente con la actitud de un vecino que por muchos años, no obstante su condición de discapacitado, con gran esfuerzo y sacrificio desempeña un oficio para ayudar al sustento diario de su familia. Es el lustrabotas Gumercindo Zúñiga Ríos (62), casado, 2 hijos, 4 nietos, quien se instala cada mañana en la esquina de Camilo Henríquez con Vicente Reyes en su silla de ruedas y con su lustrín.
Gumercindo Zúñiga es originario de la localidad precordillerana de Choshuenco y desde joven se radicó en Lican Ray, lugar este último en donde experimentaría un vuelco total en su vida. En un accidente fue atropellado por una carreta de bueyes, que le causó dos fracturas en la columna vertebral, lo que condicionó su vida para siempre. “No siento las piernas, no puedo caminar y a veces me duele la espalda”, explica.
Zapatos y zapatillas
Hace 30 años llegó a Villarrica y por consejo de Zenón Muñoz, quien fuera presidente del Club de Impedidos de la comuna, decidió aprender a lustrar zapatos. “Llevo 29 años en esto”, comenta Gumercindo. “Ahora sólo traigo el lustrín, ya que el banquito para el cliente no tengo dónde guardarlo aquí en el centro”.
“Lo más difícil es cuando llegan clientes con zapatos de color azul o amarillo, ya no hay pasta incolora y amarilla, pero de algún modo les dejo sus zapatos limpios y brillantes. La clientela ha bajado un poco debido a la moda de usar zapatillas o zapatos de gamuza. Los zapatos chinos son buenos para lustrar, pero dicen que se quiebran en las plantas”.
En el plano anecdótico, Gumercindo Zúñiga dice que por suerte nunca los clientes se han ido sin pagar, “nunca me han hecho “perro muerto”, dice sonriendo. “La gente me trata bien porque ve mi situación y lo que me cuesta trabajar por mi enfermedad. Hay clientes que me dan propinas de 3 o 4 lucas, la gente modesta es más generosa que los “cuicos”, comenta.
Silla eléctrica
Para llegar hasta su lugar de trabajo, Gumercindo tiene la ayuda de su esposa en vista que tienen domicilio en Villa “Todos los Santos” y deben “bajar” al centro de la ciudad. Para esto, “don Gumer”, utiliza una silla de ruedas que por largo tiempo fue de tracción manual. Sólo el pasado año 2019 pudo contar con una silla eléctrica gracias a un proyecto que aprobó en su tiempo la Dideco.
Falta ayuda
Sin embargo, hace poco tiempo su flamante vehículo quedó inutilizable puesto que sus dos baterías se agotaron. En vista de esto, Gumercindo presentó otro proyecto a la Municipalidad de Villarrica. El costo para renovarlas es de $240.000, dinero del que como pensionado carece. Según cuenta Gumercindo, el municipio accedió a colaborar, pero sólo con $100.000 que resultan claramente insuficientes, por lo que el vecino inició una campaña en su beneficio de aportes voluntarios del público y de entidades de la comuna.
Este trabajador independiente había recurrido primero a la ayuda del Club de Discapacitados de Villarrica (CLUDIVI), que recibe subvención municipal, pero desde allí se le respondió que no tenían fondos para ayudarle. “Debe ser cierto que están sin plata”, comenta Gumercindo, “puesto que tampoco ya tienen el furgón o camioneta con los que trasladaban a los socios”.
El lustrabotas Gumercindo Zúñiga, sólo espera que el público coopere para reparar su silla eléctrica con la que subía hasta su casa cada día para ir y venir de su trabajo.