Escuchamos por casualidad, en la calle, el comentario de una señora que exclamó, casi murmurando, “uff, esta ciudad es un asco”. Nos preocupó y alarmó su comentario por lo que decidimos consultarle por qué se refería en esos términos a Villarrica. Nos dijo que pasaba unos días en la zona, con su familia, y que habían venido esperando encontrar un paisaje maravilloso, un lago y un volcán hermosos, una Costanera llamativa y amable, que fue exactamente lo que encontraron. Así de simple, todo un sueño, todo esplendoroso desde el punto de vista natural.
¿Qué fue, entonces, lo que la hizo murmurar aquello? “Es la suciedad que hay en todas las calles, en las veredas, en las paredes, en los postes, en todos lados”, comenzó diciendo, añadiendo que “no es posible que no se preocupen de esos importantes detalles que son, precisamente, los que distinguen a una ciudad de otra. Hace pocos días atrás estuvimos en San Martín de los Andes y comprobamos que todo es muy distinto. Allá sí entienden lo que es el turismo y aplican todas las medidas tendientes a mostrar una ciudad limpia, ordenada y amable. Lamentablemente, en Villarrica, no sucede lo mismo”, terminó diciendo. Ella y su familia provenían de Talca.
Cuando nos separamos, lo que hicimos fue mirar en torno nuestro y no pudimos sino encontrarle toda la razón. Somos, en esencia, una ciudad mal cuidada, llena de letreros y anuncios pegoteados por todas partes, con veredas que se lavan muy de vez en cuando, etc. Es cierto, aparte de los paisajes y plazas que tenemos, damos muy mal aspecto, ofrecemos una mirada mal cuidada y casi abandonada en ese aspecto. ¿Qué hacer? ¿Cómo podemos remediarlo? Porque las críticas constructivas hay que agradecerlas y, además, ponerse en acción para corregir lo feo, lo malo y lo criticable. Depende de todos, de cada uno de nosotros y, por supuesto, también de las autoridades.
Sería absurdo preguntarse ¿y cómo luce Talca? Eso no nos interesa para nada. Importa nada más el cómo lucimos nosotros.