Lo hemos pensado, dicho y escrito hasta el cansancio. Debe ser muy triste, para una persona con un mínimo grado de conciencia, dejar este mundo sin lograr sembrar algo, no importa si es poco pero algo, en el corazón de quienes le rodean, del medio en que se desenvuelve, de su entorno familiar, social y laboral. Triste porque significa que no se deja una huella, un surco que indique que pasamos por allí, que estuvimos en esta tierra para llevar adelante una tarea, para cumplir un rol, para desempeñar un papel, aunque sea mínimo, sobre el escenario de la vida.
Los grandes hombres son despedidos con todos los honores, con todo tipo de reconocimientos. Pero, entendemos que no todos los seres humanos estamos llamados a ser grandes hombres, de aquellos que adquieren relevancia por su posición, por ejemplo, a nivel político, deportivo, religioso, etc. Pero se puede ser una gran persona en niveles no tan públicos, no tan notorios. Pensamos en el barrio, en el trabajo, en la institución u organización a la que se pertenezca o en la propia comuna.
Sembrar es actuar siempre de una manera, mirando a los ojos, sin nada que esconder, con limpieza y transparencia. Sembrar es caminar rectamente, convencidos de lo que hacemos y de cómo lo hacemos. Dejar huellas es buscar siempre el bien propio y el colectivo, es tender los brazos para que nuestras manos alcancen incluso a quienes no se conoce. Es dejar un legado de honestidad, de amor, de lealtad y de sentido social, conceptos envueltos en papel de amor, de aquel amor profundo y sincero que brota espontáneamente desde el fondo del alma.
Trabajar por la propia comuna es amar. Procurar el bien común, el progreso y el desarrollo de una comunidad es saber quererse a si mismo y querer a los demás.
Cuando llegue nuestro turno, nuestra hora de partir, será más dulce el adiós si hemos logrado dejar una pequeña semilla de consecuencia, una respuesta a nuestro paso por la vida, una justificación a los años que han transcurrido y que nos permitirán decir que no hemos caminado en vano porque en algún corazón lacustre, en este caso, dejamos un poquito de reconocimiento, de esperanza e ilusión.