Lavarse las manos, repiten casi majaderamente los expertos. Lavarse las manos varias veces al día y bien lavadas. Esa es la mejor forma de evitar el contagio con el COVID-19. Sin embargo, la gente acude a las farmacias en busca de alcohol, gel y otros productos que ya no están disponibles para la gran mayoría de los usuarios. Los expertos también aseguran que cuando se llegue al pick de la epidemia inevitablemente habrá más contagiados y, paralelamente, más personas muertas. En ese aspecto, dicen, no hay manera de reducir las cifras de casos fatales. Sin embargo, el asunto es entender cuántos fallecidos más, cuántos contagiados más y entonces sí que tenemos mucho que decir. Y allí, se coincide, apelando a la mayor conciencia individual y colectiva de todo el mundo. Se requiere entender que dependemos de nosotros mismos, de los cuidados que pongamos en nuestras propias personas como entes individuales pero, de la misma forma, del interés que tengamos en proteger o cuidar nuestro entorno, nuestro ámbito que incluye a la familia, a los vecinos, a los compañeros de trabajo, etc. Es decir, todos dependemos de todos.
Lo anterior tiene relación a observar con responsabilidad las sugerencias, normas, órdenes y todo aquello que se nos indique para cuidarnos y cuidar a los demás. Aquello de ser sorprendidos ebrios, conduciendo en horas de toque de queda, debe ser sancionado severamente. Aquello de trabajadores que se acogen a una cuarentena y que de noche se reúnen con otras amistades para “carretear”, asumiendo que se trata de simples vacaciones. También quienes sean sorprendidos burlándose del resto merecen ejemplares castigos. Aquellos que se pasean durante el día sabiendo que han contraído el coronavirus (hasta una doctora fue descubierta) tienen que, necesariamente, recibir la sanción correspondiente. Aquello se opone rotundamente al cuidarse entre todos, al protegerse unos a otros, a hacer conciencia de lo grave de la situación y lo importante que es observar todas las indicaciones que se nos indican.
No se trata de ser soplones ni metidos en lo que no nos importa. Todos tenemos la obligación de denunciar cuando sepamos de casos en que la irresponsabilidad se burla del criterio y la prudencia.