
Hermanos en Jesucristo:
Esta Semana Santa, que comenzó con el Domingo de Ramos, es única, porque la celebraremos desde nuestras casas, confinados a causa del coronavirus. Si por un lado experimentaremos la extrañeza de vivir los grandes misterios de nuestra fe sin poder ir a nuestros templos, por otro lado, podremos realizar un aspecto del misterio de la “comunión de los santos”, que es la Iglesia. Todos diseminados en millones de hogares, estaremos unidos por la fe con Cristo, que por nosotros padeció, murió y resucitó. Somos “el Cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno por su parte” (1 Cor 12,27).
En estas circunstancias tan particulares, la Semana Santa será vivida por muchos cristianos en la comunión de la Iglesia, pero desde el seno familiar. Será ocasión para expresar más vivamente a la familia como “Iglesia doméstica”, lugar privilegiado en el que los padres e hijos ejerzan el sacerdocio bautismal.
En efecto, los ritos del Domingo de Ramos, la Cena del Señor del Jueves Santo, la Pasión y muerte de Cristo y la celebración de su gloriosa Resurrección en la Vigilia Pascual deberán ser vividos en el hogar, siguiendo la transmisión de las celebraciones a través de los medios de comunicación social. Invito a todos los hermanos, especialmente a los padres de familia, a preparar la celebración de Semana Santa en sus hogares en un ambiente de fe, religiosidad y santo respeto ante el gran misterio de Cristo, que por nosotros ha muerto y resucitado.
Internet ofrecerá muchas alternativas de seguir las celebraciones a nivel parroquial y diocesano, pero les motivo a que puedan unirse especialmente al Papa Francisco, quien en Roma presidirá la Semana Santa.
Este año, la Pascua nos viene en un contexto muy especial. La pandemia nos hace experimentar que, a pesar de todo el progreso material, seguimos siendo frágiles creaturas hechas de polvo. Pero Cristo nos dice: ¡No teman! ¡Yo soy su victoria, porque he resucitado y vivo para siempre “y he aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,29)!
Pidamos al Señor la gracia de poder celebrar con mayor ardor de espíritu esta Semana Santa tan fuera de lo común, implorando el don de la fe y de la conversión, para que renovando nuestras promesas bautismales en la Vigilia Pascual, sumergidos en la muerte de Cristo, muramos con Él al pecado, y partícipes de su Resurrección, vivamos en plenitud nuestra condición de hijos del Padre, nacidos de nuevo del agua y del Espíritu Santo en la fuente bautismal, sacramento que nos ha incorporado a la Iglesia como miembros vivos y nos ha constituido hermanos en Cristo.