Cuando en estas semanas se habla casi monotemáticamente del tema del coronavirus y, de esa pandemia que asola al mundo, se desprende hablar de la muerte, de la infección, del riesgo de los ancianos, del aislamiento, cuarentena y de no salir a la calle. En contraposición, se han mostrado algunos casos en la televisión de mamitas que han dado a luz en tiempos de cuarentena y ello les ha significado, incluso, no ver a sus hijos hasta varios días más. Han sido historias que han logrado conmover. ¿No es verdad?
También en comunas pequeñas como las nuestras se producen situaciones que conmueven. Sabido es, y los expertos lo recomiendan, que es tremendamente positivo que en el parto no esté la mujer sola en compañía del personal de salud, aconsejándose que también los padres se integren a ese momento milagroso haciéndose presente para recibir al nuevo o a la nueva integrante de la familia.
En el Hospital de Villarrica, por citar un ejemplo muy cercano, ayer en la mañana ingresaron dos mamitas para someterse al trabajo pre parto, es decir, a horas de recibir a sus pequeñitos (as). El asunto es que lo hicieron sin que se les permitiera compañía, ni siquiera de quienes se transformarían en padres. Una verdadera pena pero, obviamente, se trata de una medida lógica pues se trata de proteger a las propias madres y también a las guaguas que vienen en camino.
Son los sacrificios a que obliga la pandemia mundial, son las situaciones que deben enfrentar las embarazadas y que en alguna medida enturbian la felicidad que las envuelve y aumentan los nervios que tienden a aminorarse cuando se cuenta con alguna compañía que les tome la mano o que les seque la frente en el momento del parto. Es preciso renunciar a aquello por amor a la vida, por proteger (dar amor) a quienes habrán de ser los ciudadanos del futuro. Son historias que se tejen todos los días y que formarán parte del libro de recuerdos del año 2020.
Mientras se sigue hablando de la muerte por contagio, sin ser las figuras principales, quienes prolongan la vida sufren lo suyo pero deben aceptar lo que les ha correspondido vivir por las circunstancias graves y especiales que enfrenta la humanidad.