
Sin duda alguna que este estado de pandemia global, jamás lo esperábamos como parte de nuestra experiencia vital. Yo creo que ningún ciudadano del mundo, imaginó, que viviría una ola tan gigante de muerte y dolor como la que estamos viviendo hoy día. En Chile, aun las estadísticas son discretas en relación con el número de contagiados y la triste verdad de los fallecidos, pero nada cierto podemos decir de los días venideros en los cuales, con la actitud observable de nuestros compatriotas, que por necesidad o por neta estupidez, los vemos a diario haciendo colas en grandes tiendas para comprar un superfluo artefacto electrónico o una innecesaria prenda de vestir. Y otros, que por mandato urgente de supervivencia, deben salir de sus hogares a buscar un poco de dinero para alimentar a su prole. También está esa otra brecha de los trámites obligados en oficinas o bancos que muchos deben hacer por dos razones; la más triste es la de todas esas personas que se quedaron al margen de la educación digital y que no saben cómo manejar adecuadamente un computador o un teléfono inteligente. Ellos deben arriesgar el pellejo e ir, presencialmente, a esas oficinas a pagar o a realizar trámites. La otra parte de la brecha, la representan, todas esas instituciones, públicas o privadas que por economía o dejación, aun no se actualizan en el camino digital y obligan a que sus clientes vayan a ellos de cuerpo presente, con potenciales resultados de muerte.
Las calamidades públicas vividas por la humanidad, tales como las catástrofes naturales, grandes guerras mundiales, la peste negra, la peste bubónica, el tifus o la difteria nos han enseñado mucho en cuanto al desarrollo de la solidaridad y hermandad entre nosotros. Ahora, con fenómenos sociales, generados por enfermedades mentales colectivas tales como la Santa Inquisición o las Dictaduras Militares, también, y al igual que las pandemias, han contagiado las mentes y se han reproducido en el mundo llenándolo de muerte, odio y dolor. Pero a contramano o como contrapartida a estos flagelos, los seres humanos hemos reaccionado positivamente, haciéndonos sensibles al dolor ajeno y solidarizando, cooperando y sintiendo propia la desgracia del otro. Los buenos tiempos, esos de “Bilz y Paps”, casi siempre han sido tiempos de egoísmo, competencia y poca colaboración entre nosotros. Al parecer la precariedad, el dolor y el miedo nos permite darnos cuenta de que solos, somos muy poca cosa, además vulnerables y débiles.
Finalmente, comentar que Competencia, como concepto sociológico, nos habla de ganar, de ganarle al otro. En cambio Colaboración, es un concepto más amplio y más generoso que nos invita a interactuar con el otro para compartir lo ganado, para avanzar juntos en la vida, NO destruyendo al vecino, sino por el contrario, CON el vecino. La vida Democrática, es mucho más cercana a la Colaboración que a la Competencia y se funda y sostiene en la Confianza y el Respeto por el prójimo.
MI CORREO; panchana.1942@gmail.com