Como muchísimas otras empresas, la de un amigo nuestro parece dar sus últimas señales de vida. Ha hecho lo que ha podido, ha llegado a acuerdos con sus trabajadores para rebajar sus sueldos, ha tratado de hacer comprender a los bancos pero eso ha sido imposible, incluso se ha gritoneado con más de algún ejecutivo que desde Santiago le ha acorralado con una frialdad pasmosa. Nada ha sido efectivo y, por lo mismo, siente que sólo le queda como capital su intención sincera de pagar, la fuerza de sus propias manos y la lealtad de algunos de sus trabajadores dispuestos a acompañarle hasta el final. El sistema lo encierra, lo atrapa, le ata las manos y no le deja espacio para respirar. Si no ha pagado una cuota de un crédito bancario, no hay préstamo que valga. Por mucho que el gobierno haya anunciado millones de dólares para ayudar a las pymes, no hay opción alguna de recurrir a la banca si se está en Dicom y si se debe alguna cotización previsional se está condenado con penas del infierno. ¿Hacia dónde mirar? ¿Hacia dónde si el comercio está demasiado débil en general? ¿Si en pleno centro se observa que algún negocio de años, de muchos años, cerró sus puertas? ¿Hacia dónde si parece que nos gritan en el oído que la misión es pagar, pagar y pagar, aunque nos vean en el suelo?
Le aconsejamos a nuestro amigo que no deje de luchar, que alguien tendrá que entender su situación, que Dios saldrá al paso de los cobradores, que bajar los brazos lo sacará de este terreno intermedio para meterlo en el infierno. Le hemos tratado de hacer entender que si no lucha no habrá vuelta a tras, que perderá todo lo que tiene y que ha conseguido con años de lucha y esfuerzo, que su familia depende de su testarudez para seguir batallando y que el camino será largo, muy largo, pero que al final habrá una recompensa por el sólo hecho de luchar.
La vida, sin duda, no es fácil para los que dependen de su trabajo, de su esfuerzo, de su tesón y de su sueldo. No es simple para quienes tienen familias que alimentar e hijos que educar. Nunca lo ha sido pero no existe una fórmula más dolorosa pero efectiva que la de seguir luchando, hasta que no quede aire, hasta que nadie nos pueda juzgar por no continuar luchando.