Resulta penoso comprobar el dolor de muchos pueblos del mundo que están viviendo el drama que ha provocado el COVID-19. La humanidad se ha conmovido, estremecido con tanto daño, a veces, imparable. Depende de las medidas adoptadas en cada nación el avance del mortal virus. Depende del criterio de cada gobernante y de los equipos de trabajo que se forman para adoptar las mejores medidas para tratar de frenar el avance de una enfermedad casi desconocida, todavía.
Chile no ha sido la excepción y, por lo mismo, hemos tenido la oportunidad de ver imágenes televisivas que causan íntimo dolor. Los bolivianos, centenares de ellos, tirados en la calle bajo frágiles carpas, soportando frío y lluvia, con niños a los que tratan de proteger sin las necesidades necesarias. Por fin apareció la iglesia para proporcionar albergue a los venezolanos que desean regresar a su país. Mientras tanto, chilenos que viven en indignos campamentos, en desprotegidas poblaciones en las que el hambre golpea las puertas de sus moradores, esperan por una solidaria olla común que les permita alimentarse una vez al día.
Es evidente que este gobierno ha hecho todo lo posible por actuar responsablemente, lo que no significa que todas sus medidas han sido un acierto, pero han actuado equipos de trabajo, asesores capacitados y apoyos económicos que llegan a algunos porque no todos han sido beneficiados con las medidas que se han adoptado. No se puede hablar de millones y millones de beneficiados, de miles y miles de pymes apoyadas porque, en realidad, el proceso ha sido lento, demasiado lento, a veces.
Tratar que la gente no salga a la calle es una tarea casi imposible. Muchos tienen necesidad de un trabajo, aunque sea ocasional, para llevar sustento a sus casas. Miles recurren a lo que sean para conseguir el alimento. Millones de chilenos saben que la situación es altamente peligrosa pero sienten la obligación de salir. Los demás, los que se pasean, los fiesteros, los que eluden como si fuese una gracia las medidas sanitarias. Esos son la escoria de la pandemia.
En la zona lacustre crece la cantidad de contagiados, aumenta pero, hasta el momento, la situación es todavía controlable. ¿Y los políticos? Ahí están, discutiendo lo indiscutible, vale decir, ponerse la camiseta de Chile y trabajar por todos los chilenos.