Ciertamente que mirar la vida, en las condiciones actuales, con negativismo, falta de esperanza y carencia de objetivos inmediatos, a mediano o a largo plazo, no es lo que mejor hace a nuestras mentes y cuerpos que suelen cansarse cuando no se ve luz en la lejanía del horizonte. Al contrario, creemos que ser positivos es mejor, hace bien al alma, cubre las penas ineludibles y tapa los hoyos que podrían generarse en el corazón de cada chileno. Claro que da pena ver qué ocurre y cómo enfrentamos la pandemia del Covid-19, entristece saber que no sabemos comportarnos de acuerdo a las exigencias imperiosas de la grave situación. También desalienta vernos encerrados tanto tiempo, sin la opción de salir al aire libre, y libres de todo impedimento. Curioso pero en situación normal muchos solían quedarse en casa y sin pensar en la delicia de respirar aire puro, con la familia y las mascotas incluidas.
Ver la vida con optimismo definitivamente nos acerca mentalmente a tiempos renovados y sin problemas sanitarios. Verla de ese modo es disponer el ánimo para una nueva y renovada etapa de nuestras vidas. Alguien, no sabemos exactamente quién, dijo que si la humanidad se salvó de la gripe española, sin los adelantos científicos y tecnológicos de hoy, si fue capaz de levantarse a pesar de los miles y miles de fallecidos en aquella época, igual lograremos salvar esta etapa que tiene devastada a la humanidad.
Los casos de los presidentes de Estados Unidos y Brasil son tristes y únicos. Amenazan a todo el mundo con su descarado descuido de las observaciones sanitarias. Se han reído de la pandemia, se han creído súper hombres pero han terminado perdiendo el respeto casi generalizado de todo el mundo y con una opinión sobre sus actuaciones que compromete sus posiciones como líderes del mundo. Ambos representan la locura misma, casi la demencia expuesta por ellos mismos cuando adoptan decisiones que claramente van contra las normas que centenares de países tratan de cumplir. Trump y Bolsonaro, tomados de la mano, han entrado en la lista negra de la historia universal. Perdónalos, Dios mío, porque no saben lo que hacen o porque lo que hacen, derechamente, está muy mal.