Da la impresión que los habitantes de la zona, debido al lentísimo avance del número de contagiados con coronavirus, pensó que por algún milagro de Dios estábamos inmunes a adquirir el virus que ha causado una pandemia mundial. Avanzábamos casi de uno en uno, con sin nuevos contagios y con otros que sumaban uno más o, como mucho dos. Así se llegó a una suma parecida en Villarrica y Pucón con 24 o 25, 26 nuevos casos en cada comuna.
Debido a esa lentitud y esas alentadoras cifras, no hubo vacilación para salir a la calle para hacer una vida “normal”, que incluyó compras, bancos, pago de cuentas y, no podía faltar, vida social en la misma calle o en lugares cerrados. Y como el contagio iba muy lento las mascarillas casi estaban demás. Agreguemos a esos factores los anuncios del regreso a clases, de la nueva normalidad y otros, faltó, nada más, que se desatara un carnaval.
La realidad ha mostrado un cuadro absolutamente distinto. En menos de dos semanas las dos comunas superaron la barrera de 50 contagiados en cada una de ellas a pesar de los serios y profesionales intentos de sus departamentos de salud, de las repetidas campañas a cuidarse y adoptar medidas de seguridad que aparecen todos los días en los medios de comunicación locales y a los múltiples, repetidos y hasta cansadores mensajes del propio gobierno. Pero, no hay caso, no se escucha o no se quiere escuchar. La idea es normalizar lo que en absoluto se ha normalizado. Al contrario, la situación país se agrava día a día con más contagiados que se cuentan por miles y con mayor cantidad de fallecidos. Incluso, ha aparecido un listado de más de 30 mil personas que han sido contagiadas con el virus y que no estaban incluidos en los listados oficiales.
Así el panorama, nos parece que el llamado a cuidarse y protegerse con las medidas básicas, al menos, continúan absolutamente vigentes y urgentemente necesarias. No es posible permitir más irresponsabilidades, sobre todo porque mientras aquellos arriesgan a los demás con probables contagios, existen miles de personas que arriesgan sus vidas en Chile y en el mundo para salvar vidas a costa de las propias.
Meditemos, por favor. Reflexionemos porque está en juego la vida misma.