¿Existirá o no la felicidad completa, entera, total, para abrazarla y no separarse jamás de su lado? ¿Será que ella está integrada sólo por trocitos, pedacitos de alegrías, satisfacciones y sonrisas solamente temporales? Y aquellos que aseguran que sin dinero no se puede ser feliz ¿tendrán o no la razón? O los que, al revés, afirman que el dinero no hace la felicidad ¿son los que dicen la verdad? O, finalmente, ¿estarán en lo cierto los que piensan que la felicidad depende de los valores de cada persona y de la forma de ver la vida de cada uno?
Es un tema complicado porque tiene muchas aristas y porque, además, es subjetivo. Depende de pensamientos ideológicos, religiosos, culturales, educacionales y otros que, cada uno por separado, invitan a caminar en uno u otro sentido. Pero, al menos, creemos, más fácil podremos entender lo que no es la felicidad. Porque calificar como algo feliz, por ejemplo, a la pandemia de Covid-19 es imposible. ¿Verdad? Pensar en algo feliz a lo que se relacione con la intransigencia de los bancos en pactar deudas en condiciones comprensibles para los clientes, aceptando que hay dificultades para cancelar, problemas reales que nada tienen que ver con mentiras, engaños o farsas de quienes deben. Aquello sería iluso. ¿Se comprende?
Sin embargo, hay otra arista del tema que no debe dejarse de lado. Hablamos de aquellos que, dentro de sus limitaciones y pobrezas, se declaran felices con cosas simples, incluso, viviendo a punta de sueños. Para otros, la abundancia es la médula de la felicidad. Esa es la manera de medir cuánto vale la felicidad.
Los hinchas de un club de fútbol son felices cuando su equipo gana un partido, otros cuando ven una buena película. También los padres alcanzan un muy buen grado de felicidad si sus hijos crecen sanos o asisten a un colegio obteniendo buenos resultados. Hay miles de maneras de entender que somos o hemos sido felices. ¿O acaso, tener vigentes a nuestros padres y abuelos no es una buena forma de impregnarse de felicidad?
Lamentablemente, millones de personas, en algún momento de sus vidas, han logrado ser felices. Lo triste es que, en la lucha diaria por ganarle a la adversidad, ni siquiera han sabido que aroma tiene la felicidad teniéndola, incluso, posada en sus corazones.