Hermanos en Jesucristo:
Les resumo la Declaración del Comité Permanente de los Obispos de Chile en relación a los hechos de violencia en La Araucanía y a los temas de fondo aún no resueltos con el pueblo mapuche.
Causa dolor y preocupación la violencia en la zona, la muerte de compatriotas, mapuches y no mapuches, y el enfrentamiento entre civiles. La historia nos enseña que toda acción de violencia sólo produce nuevas injusticias, dolor, pobreza y más violencia, aumentando las fracturas sociales.
El respeto del estado de derecho debe ser una garantía de progreso para la Araucanía, junto al diálogo y acuerdos en el reconocimiento de la diversidad de una región donde la multiculturalidad está desde siempre presente y le es un elemento esencial.
Es posible que en la unidad propia de un Estado pluricultural como Chile se reconozca esta valiosa diversidad y que ella permita la convivencia armónica y la capacidad de lograr un desarrollo político y social justo.
Se está al debe con los procesos de verdad histórica, reconciliación, nuevo trato, reparación, política de tierras y de una nueva institucionalidad indígena, procesos a los que el Estado se ha comprometido. Su avance e implementación han sido lentos.
Para avanzar se requiere superar políticas centradas en la contingencia y miradas parciales que sólo se fundan en las necesidades básicas de las comunidades o en la mantención, también necesaria, del orden público. Hay que dar pasos efectivos para consensuar una agenda y un itinerario político y social que haga frente a estos temas de fondo, causa del descontento.
Se requiere un proceso de «reconversión» que permita emigrar hacia una interculturalidad, donde cada uno pueda vivir su propia identidad, convicciones y cosmovisiones, sin otro límite que el bien común. La diversidad cultural y étnica es un valor que enriquece a todos. Sólo así se podrá construir una institucionalidad que trate a todos los ciudadanos con dignidad, igualdad y justicia.
Hay que construir una paz fruto de la justicia y del diálogo entre los líderes indígenas, los actores políticos, sociales, económicos y académicos, dejando de lado la intolerancia. Como lo planteó el Papa Francisco, hay que avanzar en la construcción de una unidad cívica y social que “necesita y reclama auténticos artesanos que sepan armonizar las diferencias”. Hay que retomar cuanto antes instancias de diálogo y búsqueda de acuerdos. Es el único camino para promover la dignidad de toda persona y que opta por los más vulnerables en la región más pobre de Chile.
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