¿Qué tanta capacidad de reconocer tenemos los seres humanos? ¿Tenemos, quizás, tendencia a cargar responsabilidades a los demás sin asumir lo que nos corresponde? Lo cierto es que si hacemos un recuento de vida, de los años vividos, seguramente llegaríamos a la conclusión que pudimos ahorrarnos centenares de problemas, cientos de malos momentos, ahorrando vida, si es que en su momento hubiéramos dejado de lado la arrogancia y el orgullo, reconociendo con humildad nuestras culpas. Pero es difícil, aseguran algunos, argumentando que no reconocer es como una coraza que defiende al ser humano de ridículos, de vergüenzas y de malas acciones. Es complicado porque es mucho más simple cerrarse ante la evidencia de una falla o de un error.
Si supiéramos que millones de personas repartidas por el mundo valoran de una manera especial a aquellos que primero y antes que nada, reconocen haberse equivocado. Si supieran que el perdón fluye rápido ante un reconocimiento instantáneo. Si supieran que cuando se adopta esa actitud madura y valiente, la de reconocer, la armonía se encuentra de fiesta. Pero, aunque lo sabemos y entendemos, seguimos siendo seres orgullosos y cerrados a la opción de reconocer que somos débiles, que podemos equivocarnos, que estamos propensos a cometer errores.
Políticos, deportistas, artistas, médicos y gente común y corriente, se niegan a darse cuenta que se equivocaron pero que no hubo mala fe, que no existió mala intención y que es mejor, más fácil, más honesto y más leal el saber decir “lo siento”. ¡Cuántos problemas nos ahorraríamos! Y pensar que millones de matrimonios, por citar un ejemplo, han llorado su fracaso por el simple hecho de enfrentarse a ese dilema, decir o no la verdad, ser capaz o no de reconocer un error o una culpa.
Sigamos, continuemos caminando sin siquiera considerar esa posibilidad, no enseñemos a nuestros hijos que es de hombres reconocer responsabilidades y que se puede respirar tranquilos y dormir en paz, caminar felices y mirar la vida con serenidad sólo porque se tiene esa capacidad bendita de saber reconocer.
¿Y? ¿Cómo andamos por casa?
FRASES POR CORREO “La hidalguía, la verdad y la honestidad hacen esfuerzos por llegar a la meta. A veces, los deshonestos llegan primero”.