La noche de anoche lucía semi estrellada. Algunas nubes impedían ver el cielo negro con sus diamantes desparramados por ese manto oscuro y brillante. Noche para fumar y cavilar, para recordar y botar el humo que parecía subir en afán de unirse a aquellas nubes lejanas.
El universo es inmenso, brutalmente enorme al lado de lo pequeña que resulta la ínfima capacidad de evocar nuestras propias vivencias. Pensamos en aquellos que fueron humildes, que compartían con sacrificio el pan familiar y que con suerte calzaban un par de zapatos de colegio una vez a las tantas. Tan a las tantas que les estaba prohibido pegarle a la pelota en el patio de la escuela. ¿Por qué cambiaron? ¿Qué les hizo olvidarse de su propia infancia? ¿Porque la vida les favoreció con un golpe de suerte? ¿Por qué el sacrificio de sus padres les permitió acceder a la educación? ¿Porque de un día para otro les apareció dinero en el bolsillo? ¿Se pueden dejar atrás esos recuerdos? Es verdad que superar tanta pobreza, humillaciones, injusticias e inequidades debe ser glorioso. Debe ser casi como tocar el cielo. Pero no es menos cierto que olvidarse de aquel pasado rechazando a aquellos que pasan por lo mismo, debe ser como tocar el infierno. La vida está hecha, desde el mismo segundo del nacimiento, para aprender, para construir, incluso antes que una profesión o un oficio, una forma de ser, de convivir, de compartir y de entender que la riqueza podría ser transitoria y que la experiencia de vida es, quizás, el mayor tesoro que alcancemos. No podemos ni debemos mirar de reojo a quienes no tienen la fortuna de haber avanzado y haber conseguido las comodidades que hemos logrado alcanzar. Es preciso, y con todo y absoluto derecho, caminar con orgullo, entender que ha sido posible subir los escalones de la vida, que hemos podido vencer, aunque fuese transitoriamente, las incomodidades y durezas que nos ha sido dado vivir durante alguna etapa de nuestra existencia. Pero volver la espalda a las necesidades ajenas, apartarse de una mano tendida, rechazar alguna mirada suplicante, es aberrante e indigno de un ser humano que se precie de ser tal: humano.
En medio de la noche y con el segundo cigarro encendido con la lumbre de una de las estrellas que más parecen diamantes, recordamos aquel tiempo del caballito de palo, de la pelota de trapo y del pan caliente y tostadito ofrecido por la mano materna. Fue un tiempo demasiado hermoso como para olvidarlo, demasiado maravilloso como para disimularlo. Fue una etapa que jamás quisiéramos olvidar.
FRASES POR CORREO “Las bases de cemento del futuro se construyen sobre los ladrillos de los recuerdos”.