Una hermosa pero triste canción argentina dice que “si fuera a venir el fin del mundo sería un día domingo”, atribuyéndole a ese día festivo y, especialmente, a las tardes, una suerte de invitación a la melancolía, a la tristeza y a las evocaciones. Debe ser por ese factor que este domingo, justo cuando caía la tarde, “saboreando” un cigarrillo, la mente se trasladó muy lejos, decenas de años atrás, posándose en la infancia remota, en el barrio de niño y en aquellos rostros y juegos de aquella época. Quizás, incluso, hasta en la figura dulce de un pequeñísimo amor que marcaba el ritmo de un corazón que sentía pero que no sabía qué era, realmente, el amor.
Luego, gracias una invitación del momento aquel, provocado por la tarde dominical y por un cigarro consumiéndose lentamente, hicimos una visita mental a los años juveniles, a los compañeros del colegio, a las chicas a quienes mirábamos entendiendo lo que era el amor pero sin saber cómo acometerlo ni cómo tomarlo de la mano para estrechar lazos con ellas, las de las caritas hermosas y de las sonrisas cautivadoras. Fiestas, paseos, lágrimas, penas y alegrías mezclándose entre las volutas de humo, desfilaron ante los ojos del alma como añoranzas de un tiempo que jamás volverá.
Así, con la crueldad de un domingo por la tarde, el vuelo se detuvo en una lejana ciudad del sur, casi austral, metida entre valles y cerros, adornada por la nieve invernal, en que los amigos llenaron las páginas más importantes de entonces. Se detuvo porque era necesario hacerlo, porque aquellas penas y angustias, porque aquellas alegrías y sonrisas que se quedaron para siempre en el corazón, debían ser el justo homenaje a aquellos que compartieron sus vidas, aventuras, errores y aciertos que nos hicieron más hombres, que nos fortalecieron para enfrentar la vida que se nos abría por delante.
Y de ese modo, entre recuerdos sacados de un antiguo baúl repleto de emociones, comprendemos que es bueno recordar, que es positivo evocar y sentir aunque el alma sufra, porque las emociones son parte de la vida, porque la vida se construye desde que se nace. También permiten darnos cuenta que el amor, a pesar de los años y a pesar de ser una quimera, quizás, algún día, por qué no, podría anidarse en el corazón para quedarse para siempre.
FRASES POR CORREO “Recordar es soñar con un tiempo que nunca volverá pero que estuvo allí para moldear lo que somos hoy”.