Acabo de terminar de leer “Tiempos Recios” de don Mario Vargas Llosa. En esta obra novelada, narra la historia política de Guatemala desde los albores del siglo pasado (Siglo XX), hasta 1960 aproximadamente. Es su última obra, escrita con un lenguaje directo, atractivo y atrevido. Describe, “sin pelos en la lengua” al conjunto de presidentes-dictadores puestos en el poder de esta nación de centro América por la muñeca inefable del gobierno de USA y sus embajadores. La trama se centra en el conjunto de mentiras e invenciones para conservar las granjerías de la UNITES-FRUIT, de propiedad de un ciudadano judío, nacionalizado como gringo, que tiene plantaciones de plátanos y exportaciones gigantes hacia Norte América y Europa, sin pagar impuesto alguno al Estado de Guatemala. Esto lo relacioné con las noticias de anoche sobre la quema de buena parte del parlamento en ciudad de Guatemala, por una turba de encapuchados que se opone al presidente actual, Alejandro Giammattei Falla y su camarilla de derecha que aprobaron un presupuesto 2021 para la nación, que solo favorece a la élite política.
Hace varios años, conocimos Guatemala. Lo recorrimos bastante, pero profundamente no lo conocíamos. Ni su historia, ni su política, ni menos su gran cantidad de población aborigen y de descendencia Maya. De la capital, nos fuimos a la ciudad de Antigua, que también fue su capital hasta que un gran terremoto la demolió. Guatemala está al igual que Chile, surcada de volcanes activos. De Antigua, subimos a Chichicastenango en el altiplano, donde todo es maya, todo incienso, desde las vestimentas al lenguaje. El comercio local de artesanías, la religiosidad y el culto mezclado entre sus dioses propios y los dejados por el cristianismo, nos dio la impresión de estar en el Himalaya. Luego nos fuimos al lago Atitlán que es un cráter gigante, rodeado de muchos pueblos. Nos alojamos varios días en Panajachel y nos relacionamos con monos y mariposas muy grandes. Todo el país estaba controlado por militares, de la cordillera a la selva. En auto recorrimos 700 Kms, hasta la isla de Flores en el oeste en el lago Petén Itza. Una maravilla a los ojos, en luces, colorido, sabores. De allí, en la frontera con Belice y Honduras, fuimos a las ruinas de Tikal, con sus pirámides gigantes perdidas en la selva. Un mundo desconocido para nosotros. Nunca estudiado, nunca visto. Una cultura equivalente a la griega y jamás mencionada en nuestra educación.
Lo que quiero remarcar en esta oportunidad, es la gran utilidad de los viajes realizados con “los ojos bien abiertos”, sin un itinerario rígido y jamás con el ánimo de ir a dar la gran cátedra al mundo de un Chile insuperable y el mejor. En realidad, viajamos como somos: sencillos, tímidos, ignorantes, bien dispuestos a mirar, aprender y a dejarse llevar lo más inteligentemente posible por las múltiples derivadas del viaje y de cada momento. Lo demás es pasarlo mal, además de peligroso.
Finalmente, sugerir viajar informado del lugar donde vamos. Ahora, como la realidad siempre excede a la ficción y tanto en nuestro país como fuera de él, todo nos va quedando grande en cuanto a explicación, origen o causalidad, lo más saludable es buscar apoyo conversando con los lugareños, preguntando mucho y más tarde, satisfacer todas las dudas y situaciones inconclusas que restan, en libros, cine o Internet. Digo yo.
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