Hasta que llegue el fin de nuestros días, hasta que se cierran los ojos para siempre, nos imaginamos que seguimos pensando, soñando, recordando y añorando tiempos idos. Creemos que siempre seguimos aferrados a la vida hasta el último suspiro. ¿Por qué si nos depara prolongados dolores y sinsabores? ¿Por qué la amamos tanto si nunca hemos podido probar más que su sabor amargo? ¿Por qué si nos hemos caído una y otra vez hasta quedar con las rodillas rotas? ¿Qué tiene la vida que no queremos que se nos vaya? La respuesta, no hay duda alguna, está en cada uno de nosotros, nos pertenece y, comúnmente, aquella verdad la escondemos como un enorme tesoro a pesar de no ser un gran secreto por lo que podría compartirse, perfectamente.
Ya sabemos que muchos de ustedes, lectores queridos, pensarán de inmediato que de dónde sacamos que la vida es casi siniestra y que no merecería ser vivida. La verdad es que pensamos exactamente igual, somos enamorados de cada día que vivimos, de cada experiencia que tenemos, de cada flor, de cada sonrisa de niño y del sol y de la lluvia que nos visitan alternadamente. Planteamos lo que escribimos pensando en miles y hasta en millones de personas que deshojan sus días pensando negativamente, asegurando que la vida no les ha dado nada no obstante estar rodeados de hijos y de nietos y que ha sido injusta, sin tomar en cuenta que durante el tránsito por sus recovecos hemos dejado amores que no se olvidan, recuerdos que no mueren, sonrisas que no se apagan, miradas que iluminan y palabras que se tallaron para siempre en nuestros corazones. Personas que no han tenido la capacidad de comprender que eso, precisamente eso es parte importante de una vida relativamente feliz. El dinero se va como llega. Hace falta, claro, Hace mucha falta, pero termina escapándose, caprichoso y veleidoso, casi siempre enredado en las cosas superfluas de la existencia.
La vida, para un anciano, todavía le propone días distintos, aventuras inimaginables y delicias incomparables. La vida, para un niño, es una enorme caja de sorpresas, repleta de colores, gigante, luminosa y atractiva. No permitamos, por ningún motivo, que ese sueño se apague en los rostros de los pequeños. Ni siquiera en la desventura, ni siquiera en la amargura. Ellos, para siempre, deben mantener la ilusión viva, tanto como la vida misma. Tanto como ellos mismos.
FRASES POR CORREO “En la escala de la vida cada peldaño es una aventura que no podemos desperdiciar”.