El sábado se celebró en todo el mundo el Día del Trabajo. Al momento de escribir estas líneas pensamos en nuestros compañeros de hoy, en los colegas de ayer y, obviamente, en todos aquellos que con el paso del tiempo se transformaron en nuestros amigos de ruta, de oficio, de sueños y de vocaciones. ¿Dónde estarán? ¿Qué será de sus vidas? Como a todo el mundo le debe suceder, a muchos de ellos les perdimos la pista y a otros tantos les mantenemos cerca vía teléfono o redes sociales. ¿Cuántos años de trabajo se van acumulando, cuántos rostros, cuántas personas tras esos rostros? Centenares, sin duda alguna. Centenares. Cada uno de ellos, una historia. Cada historia, una emoción y tras cada emoción un recuerdo y el deseo infinito de volver a encontrarlos, de volver a abrazarlos, como si fuese ayer, como si no hubiesen pasado varias décadas desde que dejamos de verlos, como si el tiempo se hubiese detenido como un regalo de segundos permitiéndonos verlos, sonreírles y sentirlos cerca, como ayer, como hoy y como siempre.
Desde el otro lado del escritorio, desde el punto de vista del trabajador, el jefe no está incluido en esta celebración mundial. Hoy, desde este lado y con la visión actual de la relación laboral, podemos asegurarles que existen millones de empresarios que sí merecen ser identificados como auténticos trabajadores. Son de overol, de manos sucias por la actividad diaria, de casco y de sudor. Apartarlos sería egoísta, errado y discriminador.
En este minuto de reflexión pensamos en los jefes que nos fueron moldeando no sólo como trabajadores sino como personas. Es increíble lo que puede influir sobre una persona. Un mal jefe, antes que nada, no será recordado o, quizás sí e intensamente pero negativamente. Un buen jefe, al contrario, será recordado con gratitud, como ejemplo y siempre con afecto. Esa es la realidad. Un mal trabajador pasará rápidamente a la lista de los tristemente olvidados pero uno bueno, aunque no esté con nosotros, dejará una huella permanente en el tiempo. Será un ejemplo a seguir permanentemente.
El fin de semana fue de reflexiones profundas entre las que se mezclaron conceptos como dignidad, lealtad, honestidad, corrección, sacrificio y emoción. Fue un día en que fuimos capaces de escribir lo que ahora leen quedando con la sensación profunda de haber podido redactar algo más. Pero, el espacio y el papel pasan la cuenta e, inevitablemente, debemos terminar de redactar. Abrazos y felicitaciones para todos.
FRASES POR CORREO “El trabajo dignifica, dicen. Siempre que sea en una relación equilibrada de honestidad y lealtad entre las partes involucradas”.