En el lenguaje o nomenclatura pragmática del Capitalismo, los ejes valóricos fundamentales son la producción y las utilidades que se obtienen de la venta de lo producido. Ahora el Comercio, como devenir inevitable de la Industria, obtiene las utilidades con la reventa de los objetos generados por la Industria. Entiendo que en un periodo de la historia se haya pensado y actuado así, a modo de panacea moderna, pero llevamos demasiados siglos aceptando y practicando este estado de idiotez mental permanente en el trato y consideración de los Seres Humanos, que desde hace mucho tiempo, somos, sentimos, pensamos y sabemos de manera muy distinta. Para mí, este concepto denigra a la especie humana, cosificándola y haciéndole perder su dignidad y su intrínseca valía y poniendo a las mujeres y a los hombres al mismo nivel de una pala, una grúa, un torno o una remesa de dinero. Esto debe terminar y evolucionar, hacia un estadio superior de relaciones entre nosotros los humanos. De eso se trata la próxima Revolución de la Humanidad: Un Nuevo Contrato Social.
En otro lenguaje y con una nueva nomenclatura, deseo conversar con ustedes de los Recursos Humanos reales que cada uno de nosotros maneja en el interior de su cuerpo y de su mente en estos días de pandemia, de encierro, de desesperación y de muerte, para sostenerse, contenerse y hacer la desgracia y el espanto, lo más llevadero posible. Bueno, existen innumerables recursos y estos, sin duda también son clasistas y hacen diferencias entre aquellos que tienen muchos o regulares recursos para vivir el encierro de manera confortable y aquellos que están condenados a no poder respetar la protección de la cuarentena voluntaria y deben arriesgar la vida para comer ellos y su familia.
Todos sabemos por estudio, reflexión o intuición que la Mente Humana nos sirve para pensar y que también es esquiva, autónoma y cuando menos lo deseamos muy loca, neurótica y maniaca. Cuando se prenda con una obsesión o idea fija, debemos tener recursos a mano para pararla y cambiar de motivación o nos lleva a donde quiere. La conversación con otro es desde siempre una terapia que no falla. NO encerrarse en sí mismo con eso que llamamos “caldo de cabeza”, que no conduce a nada, dado que se cae en un espiral de “vuelta y vuelta”, que más que solucionar, daña, desvela y cansa. Conversar con otro u otros y contar nuestras penas, dolores y problemas, es bueno y saludable. También escuchar al otro con dedicación y buscar soluciones o por lo menos similitudes y enfoques de solución. En las casas, en donde somos muchos o muy pocos, recurrir a las historias contadas, que nacen de la experiencia vivida o de narraciones de familias y cuentos clásicos. Contar y escuchar es saludable y saca a la mente del “rollo”. Lo mismo podemos decir en relación a la lectura, la música o el cine casero. El que lee, aunque sea un diario viejo, puede trascender y salir de la inmediatez. Con un librito, una novela por ejemplo, o un ensayo, siempre tendremos en la mente esa otra vida ahí, anexa a la vida cotidiana con aventuras y experiencias paralelas, que nos está esperando y diciendo cosas distintas e interesantes de otras vidas, otros tiempos, otros enfoques de la existencia. Eso es positivo y constructivo pues nos agranda la visión de la vida. Lo mismo nos sucederá con revistas, películas, conversaciones y con esa música que nos gusta y transporta a otros mundos. Para finalizar y para los que tienen el favor y el privilegio de un amor recíproco con otra persona, no aflojar y vivirlo, no a morir como dice Américo, sino que a CONCHO, como dicen otros.
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