Adiós camarada de la tinta y el papel
Lloro mientras te escribo
Adiós, loco, poeta bohemio.
Adiós intelectual del humanismo.
Buscador eterno de la justicia y la equidad.
Nos dejaste cuando ya te esperábamos de regreso.
Te regalo mis mejores árboles en otoño para que te acompañen en este viaje inevitable, al cual, sin duda, todos estamos invitados.
Buen viaje.
Estoy seguro que Eduardo Wenger(*), mi vecino y mi Jefe, como yo le decía a modo de broma, estará más contento si hago con pena mi “MARTES DE COMENTARIO”, acercándome con mi subjetividad al acontecer nacional y así le damos a este milagro que es la vida un toque de optimismo y le decimos, a su vez a ese Dios de Baruch Spinoza, que también es el mío, que la vida es un continuo presente que tiene esos caprichos tan difíciles de entender, aceptar y comprender, como el hecho de nacer, teniendo en cuenta de que estuvimos sin existir todos esos millones de millones de años antes y que de pronto nacemos y vivimos muy apurados y apremiados, también felices a veces, y gozosos en otras, y que luego de sin saber porqué, ni cómo, ni cuándo, en un tris y al dar vuelta la esquina nos encontramos con ella, “la que ronde” como dice Silvio Rodríguez en una de sus hermosas canciones . Y ya. Entonces comenzamos el camino de retorno al de inexistencia que teníamos como estadio permanente antes de nacer. Eso es todo. Pero duele. Duele para el otro, para el familiar, para los amigos, para todos esos tantos que te quisieron y te quieren.
Antes de que supiera de vuestra partida, tenía pensado conversar con aquellos que me leen, sobre lo que los tiempos políticos, sociales, relacionales y económicos que se nos avecinan, luego del conjunto de transcendentales elecciones que realizamos hace un par de días nos deparan. Lo voy a elaborar con calma y sin tanta emoción en el cuerpo, cuando esté más sereno y centrado. Lo llamaré “EL LLAMADO DE LA TRIBU”, similar al nombre que don Mario Vargas Llosa le ha puesto a uno de sus últimos libros.
Creo que los tiempos que corren en Chile, en donde deberemos trabajar inteligente, serena y laboriosamente por hacer de la mejor manera posible la “deconstrucción”, de todas esas estructuras caducas, ideológicamente sesgadas y que benefician a sectores minoritarios con la cabeza muy serena y con el corazón apretado y abierto. La mejor manera será, sin duda, que a nuestros 155 constituyentes elegidos por el pueblo de Chile, los dejemos trabajar bien, con comodidad y sin presionarlos. A su vez ellos en su organización deben ser deferentes, compasivos y participativos con todos los que queramos aportar. Lo que llaman “DEMOCRACIA DIGITAL”, debemos usarla para que los que construyen la Nueva Constitución, en momentos cruciales y claves nos vayan consultando y así con una retroalimentación permanente y amistosa, podremos tener una Carta Fundamental querida desde sus cimientos.
Los riesgos de caer en dogmatismos ideológicos, populismos y otros pecados capitales por los que ha pasado nuestro país y la humanidad con “toxinas” de todos los colores, de derecha y de izquierda han sido muy dañinos y han dejado marcas imborrables. Evitemos ahora todos los “ismos” o sufriremos nuevamente. Breguemos por qué, nuestra nueva vida política, social, relacional y económica sea equilibrada, justa, equitativa, laica y feliz. No queremos nada más.
(*)Eduardo Wenger: Periodista, propietario del diario y radio local “CORREO DEL LAGO”, con quien he trabajado en esta columna desde el año 2016. Además vecino y amigo.
MI CORREO: panchana.1942@gmail.com