Hermanos en Jesucristo:
En este último tiempo hemos celebrado tres grandes misterio de nuestra fe: 1. La muerte, resurrección y ascensión de Cristo. 2. La venida del Espíritu Santo en Pentecostés. Y 3. La revelación de la vida íntima de Dios vivo y verdadero, quien se nos ha dado a conocer como Padre, Hijo y Espíritu Santo, en el misterio de la Santísima Trinidad.
Ahora la Iglesia pone ante nuestra fe el misterio de la Eucaristía, que es el Sacramento del Cuerpo y de la Sangre de Cristo. El contenido de la Eucaristía se nos revela sobre todo en el capítulo seis del Evangelio de San Juan, en los relatos de la Última Cena (Mt 26,26-28; Mc 14,22-24 y Lc 22,19-20) y en San Pablo (1 Cor 10,16 y 11,23-29).
La Eucaristía es el Pan de Vida, el Pan esencial, el Pan nuestro de cada día. Por ello Jesús nos conmina: “Trabajen ustedes, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre” (Jn 6,27).
La fe nos asegura que el Pan de vida eterna es solo Jesús. Él mismo nos dice: “Yo soy el Pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed” (Jn 6,35). Por eso, cuando Cristo nos enseñó la oración de los hijos de Dios, nos hace decir al Padre: “Danos hoy nuestro pan de cada día” (Mt 6,11).
Así nos explica el Catecismo de la Iglesia Católica lo que significa esta petición del Padre Nuestro:
Danos hoy nuestro pan “‘de cada día’, tomada en un sentido temporal, es una repetición pedagógica de ‘hoy’ para confirmarnos en una confianza ‘sin reserva’. Tomada en un sentido cualitativo, significa lo necesario a la vida, y más ampliamente cualquier bien suficiente para la subsistencia. Tomada al pie de la letra es‘lo más esencial’, designa directamente el Pan de Vida, el Cuerpo de Cristo, ‘remedio de inmortalidad’ sin el cual no tenemos la Vida en nosotros. Finalmente, ligado a lo que precede, el sentido celestial es claro: este ‘día’ es el del Señor, el del Festín del Reino, anticipado en la Eucaristía, en que pregustamos el Reino venidero. Por eso conviene que la liturgia eucarística se celebre ‘cada día’” (2837).
En la pandemia se habla de los servicios esenciales, entre los que están los “vitales”. Para alguien que no sabe lo que es la Eucaristía se entiende que no vea en Ella un servicio vital, pero no para quienes creemos que Cristo es el Pan vivo bajado del cielo que “da la vida al mundo” (Jn 6,33).
La crisis de fe en Chile se expresa hoy en los templos cerrados que impiden recibir el Pan de cada día y en la casi nula reacción de los fieles. Nuestra falta de fe en Cristo y en su presencia eucarística nos lleva a trabajar por el pan perecedero y no por el imperecedero.