Hermanos en Jesucristo:
Por orden del rey de Inglaterra Enrique VIII, el 6 de julio de 1535 Santo Tomás Moro fue martirizado por decapitación. Este momento culminante de su confesión de la verdadera fe viene presidida de una vida fiel a Cristo y a su Iglesia. Era un hombre íntegro, honesto, inteligente, culto, excelente orador y dotado del buen humor. Estudió derecho, ejerció la abogacía, se casó y tuvo cuatro hijos.
Por sus virtudes y capacidades, Santo Tomás Moro llegó a ser el Canciller del Reino, el cargo más importante después del Rey. ¿Cómo logró mantenerse íntegro en medio de un ambiente mundano y frívolo, tan lleno de personas hipócritas y aduladoras? La gracia de Cristo lo conservó libre de todas esas tentaciones y le concedió el don de la santidad.
En la biografía de Santo Tomás Mora se dice que la Misa, la oración, la meditación de los salmos y de la muerte, el rosario de la Virgen María, la confesión, los retiros espirituales y la mortificación eran la contrapartida a los ambientes decadentes y corrompidos. En todo se mantuvo intachable e incorruptible. Nunca se dejó tentar por el ídolo del dinero, del poder y de la fama.
La integridad de vida y la fidelidad a su fe católica es la razón por la cual el rey Enrique VIII lo eligió como su brazo derecho. Pero esto mismo fue la causa de haber caído en desgracia ante el rey.
Enrique VIII, ensoberbecido por el poder y envilecido por sus vicios, motivado por un capricho y por su afán de dominio y riqueza, se constituye en el fundador de una nueva iglesia, el anglicanismo, se autoproclama su jefe supremo y absoluto, y exige una obediencia a sus súbditos como si fuese un dios.
Ante esta perversa pretensión del rey, Santo Tomás Moro toma la actitud de San Pedro que dice: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5,29).
La grandeza de alma y la profunda fe de Santo Tomás Moro se brilló aún más minutos antes de ser decapitado: “Amonestó y suplicó con grandísima instancia que rogasen a Dios por el rey para que le diese buen consejo, protestando que moría por ser buen servidor, y de Dios primeramente”.
Frente al magnífico y heroico ejemplo del martirio de Santo Tomás Moro, contrasta la indigna actitud servil de la mayoría de los ingleses ante las pretensiones del tirano. Nobles y plebeyos, ricos y pobres, laicos y eclesiásticos, sabios e ignorantes se le someten. Por sobre la verdad y la justicia, prevaleció la corrección política y el acomodo al poder de este mundo. Este es el espurio origen del imperio inglés.
Santo Tomás Moro es un laico santo que con toda razón ha sido declarado patrono de gobernantes y políticos.