Hermanos en Jesucristo:
El 16 de julio celebramos a Nuestra Señora del Carmen, bajo el título de Madre y Reina de Chile. Esta advocación tiene una larga historia, iniciada por los católicos españoles desde los primeros tiempos del Reino de Chile, luego continuada por la Patria independiente, de lo que el templo votivo de Maipú es una patente evidencia.
Los Padres de la Patria quisieron desligarse de la dependencia política del Imperio español (por lo demás ya en decadencia y en un inicial proceso de descristianización), pero nunca de la fe en Cristo, de la Iglesia y de las raíces culturales aportadas por España y los pueblos originarios, junto con la comunión de sangre que nos configura como nación.
Chile tiene una identidad. Ella no surge del azar, ni de un mero pacto social o de una convención. Hay identidad cuando nos vemos unidos por unos mismos fundamentos puestos por nuestros antepasados, nos vemos en el presente como pertenecientes a un cuerpo que nos vincula y nos proyectamos hacia el futuro con una misma esperanza de legar una Patria de hermanos que se aman y se sirven unos a otros.
Los chilenos hemos ido perdiendo cada vez más aquella identidad que nos hace vernos perteneciendo a un proyecto común de Patria. Pareciera que hoy solo la selección nacional de fútbol nos identificara y nos uniera a todos como chilenos. El problema no es que el fútbol nos una e identifique, sino el que solo sea eso.
En efecto, fuera del fútbol, nada hay que nos haga vibrar a todos como un todo, como una sola Nación unida y trabajando mano a mano. La impresión que se tiene es que estamos en presencia de una masa social amorfa y caótica. Individuos y grupos se centran no ya en la consecución del verdadero bien común, sino en la conquista y defensa de intereses parciales. Individuos y grupos viven enfrentados, en una dialéctica sin fin que procura afirmar la propia identidad en la oposición a todo lo que sea distinto. El futuro se plantea como un rechazo al pasado, como si se quisiera tener un fruto sin un árbol y unas raíces que lo produce.
La disgregación social del país no tendrá verdadera y definitiva solución mientras no se reconozca que nuestra identidad nacional está íntimamente ligada a Dios, a Jesucristo y a la fe que la Iglesia nos ha transmitido. Ellos vienen a ser el alma que da vida a los otros aspectos esenciales de nuestra identidad, como son, entre otros, el compartir la misma historia, la misma sangre, la misma lengua y el mismo territorio.
Símbolo de nuestra identidad patria es la presencia de la Virgen del Carmen a lo largo de la historia y la geografía de Chile, presencia representada por la estrella de nuestra bandera.
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