Hermanos en Jesucristo:
Hoy celebramos a una gran Santa, cuya vida bien merece ser conocida por todos, católicos y no católicos. Se trata de Santa Teresa Benedicta de la Cruz, nacida con el nombre de Edith Stein el año 1891. Ella era de raza hebrea y perteneciente a una familia que practicaba la religión judía. Por distintos motivos, ella sufre una crisis existencial y dejó de creer en Dios. Incluso pensó en suicidarse. Para Edith un tema no resuelto era el de la muerte. De ella no se hablaba en su casa, porque era un enigma sin solución.
Edith, a través de la Filosofía, era una mujer en permanente búsqueda de la Verdad, con mayúscula. Esta búsqueda comenzó a tener sus frutos cuando ella se va acercando a la Iglesia Católica. Le llamaba la atención dos cosas de los católicos: la intimidad de su oración, en la que se puede hablar con Dios de tú a tú, y lo otro es su serenidad y fortaleza en afrontar la muerte a la luz de la fe en la Resurrección de Jesucristo y en la vida eterna.
El ir comprendiendo el misterio de la Cruz de Cristo fue la puerta de entrada a su conversión y a su incorporación a la Iglesia por el bautismo. Edith no ve que este paso traicione la fe de sus padres, sino que la lleva a su plenitud, pues Abraham es elegido para que de su descendencia naciese el Mesías, Jesús.
Edith Stein descubre que su vocación cristiana debe realizarse a través de la vida religiosa. Entra en la Orden del Carmelo y toma por nombre Teresa Benedicta de la Cruz.
La clave de la conversión de Santa Teresa Benedicta es que fue alcanzada por la gracia que la llevó a comprender espiritualmente “la inescrutable riqueza de Cristo” (Ef 3,8). Ella conoce muy bien las debilidades de los miembros de la Iglesia y sabe que todos son pecadores. Pero precisamente la Iglesia, siempre Santa, es el Cuerpo de Cristo que tiene por misión comunicar a todos los hombres la gracia redentora del Señor y santificarlos.
Edith ya católica, sigue sabiéndose perteneciente al pueblo judío por ser de su misma carne y sangre. Por eso está muy preocupada y dolida por la persecución que están sufriendo sus hermanos de raza.
Santa Teresa Benedicta, por ser judía, corría riesgo de ser detenida por los nazis. Para evitarlo, fue trasladada a Holanda. De todos modos fue deportada a un campo de exterminio y fue ejecutada en la cámara de gas el 9 de agosto de 1942.
Hoy esta Santa tiene mucho que decirnos también a nosotros. San Juan Pablo II dijo: Ella es “la síntesis de una historia llena de heridas profundas que siguen doliendo aún hoy…; síntesis al mismo tiempo de la verdad plena sobre el hombre, en un corazón que estuvo inquieto e insatisfecho hasta que encontró descanso en Dios”.
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