La Convención Constitucional cuyos integrantes fueron elegidos soberana y democráticamente por la ciudadanía hace noticia. Lo impensado es que prácticamente a dos meses de su inauguración, el cónclave llama la atención hasta de electores más crédulos e idealistas.
Es cierto que la partida fue algo caótica por falta de un indispensable reglamento que se dice estarálisto en unos días más. Pero posteriormente, sectores recalcitrantes y otros de centro izquierda han planteado asuntos que no estaban considerados por quienes confiaban en la buena fe que debía predominar en el proceso.
Entre los temas más controvertidos está la decisión de aumentarse los ingresos establecidos por ley constitucional cerca de un 100%. En este caso los honorarios constan de sueldo líquido más asignaciones, todo lo cual va de modo directo o indirecto a los bolsillos de los convencionales.
Otro asunto que resulta inverosímil es el de los tres asesores que cada convencional requiere para cumplir la misión para la que postularon. No pocos pueden haber creído que la convención estaría integrada por especialistas de distintos signos políticos. En realidad, luego de conocer a los candidatos se pudo concluir que muchos de ellos no tenían las competencias mínimas indispensables.
Después surgió la inadmisible idea de eliminar de los textos el concepto de república de la definición de República de Chile. Una intención en la misma absurda línea ya se había evidenciado cuando no fue posible escuchar el Himno Nacional, como corresponde en todo acto oficial y solemne de la República de Chile.
Ahora último convencionales radicalizados quieren alterar los quorum fijados también constitucionalmente. Muchos quienes aprobaron una propuesta de nueva constitución no salen de su asombro. Pero se conforman al recordar que habrá un plebiscito de salida que podría protegerse con un nuevo Congreso a renovarse el 21 de noviembre.