Como decíamos anteayer, la crisis migratoria concentrada en el norte que vive el país, puede ser analizada desde distintas perspectivas. En lo concerniente a los habitantes de ciudades y localidades pequeñas, el constante arribo de extranjeros que cruzan ilegalmente la frontera, se ha transformado en un problema real al ver invadidas sus calles, plazas, playas y demás espacios públicos.
Si la presencia de afuerinos, además, se acompaña en ciertos casos de actitudes agresivas, las reacciones adversas del mismo tono de algunos chilenos pueden tener alguna explicación aunque no aprobación. Durante los bochornosos incidentes del sábado 25 en la Plaza Brasil de Iquique, se observó que fueron provocados por minoritarios grupos de individuos en contra de migrantes al cabo de una manifestación pacífica de protesta de iquiqueños por la crítica situación que se vive en esa ciudad.
Lo concreto es que ha quedado a la vista la falta de previsión del gobierno y de coordinación con autoridades locales para evitar de modo oportuno el desenlace odioso que tuvo aquella protesta pacífica. Si los gobiernos siguen dictados de organismos internacionales en políticas de apertura de fronteras, su obligación debería ser preparar condiciones mínimas para la recepción de migrantes.
Y no sólo eso. La primera obligación de los gobiernos es velar por la seguridad social y económica de sus propios ciudadanos. Si Chile tiene hoy alrededor de un millón de desempleados, la llegada de extranjeros sin duda va a dificultar aún más la solución de ese grave problema.
Los gobiernos de los presidentes Bachelet y Piñera, no parecen haber tenido en cuenta esta realidad y han facilitado la inmigración descontrolada que ya está evidenciando graves secuelas. Las autoridades superiores de gobierno, son quienes deberían arbitrar medidas urgentes para enfrentar esta compleja situación.
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F r a s e
“Lo que no comprendemos no lo poseemos” (Johan W. Goethe)