Sin duda que vivir adelantándose en el tiempo y con pre-ocupaciones por el mañana no es de lo más recomendable para la salud mental, pero sucede que hoy por hoy, donde todo es relativo y la incertidumbre es nuestra compañera fiel que no nos abandona, especular y hacer vaticinios y conjeturas futuristas, se hace casi una necesidad permanente e inevitable. Los escenarios tanto planetarios como nacionales son preocupantes y como nunca antes en la historia de la humanidad y en la corta historia de nuestro delgado país las expectativas habían sido tan dramáticamente importantes.
Si vamos de mayor a menor, podríamos decir que en lo relativo a lo ecológico, el año 2022 se ve como un punto de inflexión, ya tardío en la toma de decisiones por parte de las grandes potencias y el resto de las naciones del mundo en relación con el calentamiento global de la atmósfera terrestre y el necesario e ineludible “frenazo” al uso de energías tradicionales en todos los medios de producción y de transporte. El 2022, la biósfera nos enseñará, aún con más fuerza y mucho dolor humano, lo que estamos haciendo mal con ella.
En relación a Chile, el 2022, se nos viene cargado de incertezas, pues, además del latigazo de la sequía y otras calamidades de natura, vamos directo a sumergirnos en un túnel socio-político de dimensiones nunca soñadas antes. Yo creo que el péndulo no se detendrá en el centro de la Senadora Provoste y se empecinará en caer en unos de los dos extremos. Es Kast o Boric. Ambos experimentos políticos desconocidos que tendrán que manejarse con los resultados de la Convención Constituyente y el plebiscito revocatorio que puede llevar todo a “borrón y cuenta nueva”.
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