Hermanos en Jesucristo:
El Señor ha permitido que viviésemos en un tiempo de oscuridad y ceguera espirituales. El poder de las tinieblas sigue avanzado en las mentes y en los corazones de muchos, también entre cristianos. Ha hecho estragos en los países y en las comunidades eclesiales europeas y americanas. En Chile es evidente.
Muchas comunidades cristianas y bautizados hemos dejado de lado a Cristo y nos hemos centrado en los falsos dioses de los poderes de este mundo. Detrás del maquillaje se esconde la decrepitud del “hombre viejo”. Hoy se nos aplican aquellas antiguas y siempre nuevas palabras: “Tengo contra ti que has perdido tu amor de antes” (Ap 2,4) y “conozco tu conducta; tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto” (Ap 3,1).
Ya no nos mueve la novedad de sabernos amados, salvados y vivificados por Cristo, quien vino como luz a disipar las tinieblas del pecado y a vencer las obras del demonio. Los bautizados hemos dejado de vernos todos iguales en el pecado y en la salvación que solo por gracia de Cristo hemos recibido (ver Ef 2,1-22).
La gratitud y la alegría de la salvación de Cristo por el Bautismo, han sido reemplazas por la dialéctica amarga que nos enfrenta unos a otros, ensimismados en nimiedades y afanados por alcanzar cuotas de poder. Entró la mundanidad en la Iglesia, los pastores abdicamos de la obligación de dar la vida por las ovejas, hemos invitado a los lobos a que ingresen al redil y vemos indolentemente como devoran a los fieles. “Se diría que por alguna rendija el humo de Satanás entró en el templo de Dios” (San Pablo VI).
Porque estamos ciegos no vemos que los lobos estén devorando a los fieles del Señor en tantas de nuestras pastorales, escuelas y universidades. “Cristo dejó de ser el centro”, nos ha dicho el Papa.
San Pablo VI lo vio: “Se confía en el primer profeta pagano que vemos que nos habla en algún periódico, para correr detrás de él y preguntarle si tiene la fórmula para la vida eterna”.
Volvamos a Cristo, “Luz que brilla en las tinieblas” (Jn 1,5), como lo han hecho todos los Santos, nuestros modelos e intercesores.