En medio de una atmósfera no del todo limpia a raíz de la lucha electoral, estaba faltando una puesta en escena que ofreciera comedia a raudales condimentado con algunos pasajes dramáticos que concitaran la atención mediática.
Se debe afirmar que como medio no se pretende asumir aquí ninguna defensa de la persona del Presidente de la República, ni mucho menos. Sólo se intenta poner de relieve la forma, no el fondo, de la increíble jornada que se vivió el lunes y martes en la Cámara de Diputados, a raíz de la acusación constitucional contra el mandatario.
La ciudadanía pudo ser testigo directo o en diferido de un espectáculo casi inédito aunque muy poco edificante. El Honorable Diputado Jaime Naranjo, se mantuvo haciendo uso de la palabra ininterrumpidamente nada menos que durante 15 horas y 15 minutos. ¿Se propuso batir un record de Guiness?
No, sólo ganaba tiempo para posibilitar la llegada al hemiciclo de dos parlamentarios, uno confinado por contacto estrecho Covid-19 hasta las 24 horas del lunes. El otro, por encontrarse lejos también con riesgo de contagio, según autoridades de salud. La tarea de “hacer tiempo” fue cumplida por el diputado Naranjo, designado por la oposición para lucir sus cualidades retóricas cual insigne tribuno.
Alguien se preguntará si los diputados no han contribuido a afectar el honor y el prestigio del país con su rotativo show televisado. El diputado se valió de reiteradas triquiñuelas al repetir varias veces el contenido del extenso libelo para que los ausentes llegaran a votar.
El proceso de demolición de las instituciones continuó así con este extenuante episodio para olvidar excepto por las dramáticas e inesperadas consecuencias que pudiera tener en la vida republicana de Chile.
Algunos parlamentarios se preguntan a veces ¿por qué los políticos y la política son tan mal calificados por la ciudadanía?
F r a s e
“Muchas palabras nunca indican mucha sabiduría”
(Tales)