No es novedad que el pan es base de la alimentación de los chilenos. Como un producto presente en todos los hogares, es buen barómetro de la inflación, lo mismo que los precios de los combustibles.
Los restaurantes chinos que asomaron en los años 60, no incluyen pan en su oferta gastronómica. Pero lo que quizás nadie imaginaba era que ellos diversificarían sus afanes comerciales al retail, venta directa al detalle de miles de artículos.
La presencia de ciudadanos chinos en Chile, no es para nada nueva. Ya en el siglo 19 hubo chinos en las salitreras y participaron en la victoria chilena en la Guerra del Pacífico. Pero, sin duda, los comerciantes orientales de hoy no tienen ninguna relación con ese pasado histórico.
Hoy prácticamente no hay ciudad o pueblo que no cuente con un mall chino en una competencia insospechada e insólita para el comercio local. El sistema de libre comercio abierto al mundo es válido para exportar y para importar productos con muy bajos o ningún arancel, sin la existencia de alguna medida demasiado proteccionista.
Lo que se sabe acerca de la avanzada comercial, industrial y financiera por el mundo de China, gobernada por el partido comunista (PCCH), es que las empresas y emprendimientos comerciales están todos bajo control estatal. En ese país impera un régimen comunista dictatorial en lo político y capitalista en lo económico, lo que lleva a pensar que el comercio chino también podría operar bajo esas mismas condiciones.
A la luz de la escasa información disponible, la competencia china con el comercio local al parecer no se podría calificar de desleal, porque se supone que cumple con la normativa vigente. Pero sí es real que ellos cuentan con esas ventajas arancelarias citadas. Sería conveniente que esas políticas fueran revisadas por un nuevo gobierno para equiparar en alguna medida las condiciones con el comercio local.
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F r a s e
“Ninguna nación se ha arruinado comerciando”
(Benjamin Franklin)