Hace unos días, un lector de esta columna me escribió a mi correo y me dice muy sabiamente: “Señor, Algo Huele Mal en todo el Mundo y no sólo en Chile”. Creo que hay que reconocerlo. El Mundo entero anda mal. Retrocediendo un poco en el tiempo, los que tenemos más años en el cuerpo, creímos que después de la Segunda Guerra Mundial terminada en el año 1945, ya habíamos aprendido y no habrían más guerras fratricidas con muchos millones de muertos. No fue así y siguió con la Guerra Fría entre los que ayer fueron aliados contra el III Reich de la Alemania Nazi: La Unión Soviética y USA, que nos tuvieron por muchas décadas con la vida en un hilo ante la amenaza nuclear. Las guerras locales no se han detenido en África, en Asía y Oriente. Las fanáticas luchas religiosas siguen en su apogeo.
Pensamos que, así como a nivel individual, aprendemos de la experiencia y de nuestros errores, también a nivel de sociedades y de políticas internacionales, debiéramos aprender y superar tanto error cometido con las guerras. Pero, al parecer no es así y lo demuestra lo que estamos viviendo a diario en tantos países. Lo que sucede en Afganistán, en México, en Israel y Palestina. Sin duda que la muestra más reciente y de fuerte impacto es la invasión realizada por el ejército ruso sobre el pueblo de Ucrania. Una destrucción de gran parte del país y una matanza de miles de ciudadanos comunes y corrientes que sólo quieren vivir en paz. No hay aprendizaje histórico sobre el flagelo de la violencia y de la guerra. Al parecer, el peso de las demandas del poder, del dinero y la fama de unos pocos líderes, pueden mucho más que las simples y mayoritarias necesidades de vida en paz de toda la humanidad.
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