Desde que se ha conocido la propuesta oficial de una nueva Constitución, de ganar el apruebo, ex convencionales de izquierda tratarán de demostrar que lo que expresamente dice ese texto no es tal sino son sólo malas interpretaciones o mentiras de quienes no están de acuerdo.
Por ejemplo, el concepto de plurinacionalidad que se lee repetidamente en el texto de ese proyecto, no tiene otra acepción ni interpretación en idioma español con antecedentes latinos. El significado de plural es más de una unidad o varias unidades y al definirse el país como plurinacional significa que Chile ya no constituiría una sola nación sino que varias.
Es evidente entonces que Chile dejaría de ser un país unitario, con una población, historia y tradiciones comunes que decidieron unirse, vivir juntos en un territorio determinado compartiendo un proyecto de vida y de desarrollo comunes, bajo el mismo idioma, símbolos patrios y bajo las mismas leyes que regulan su convivencia como nación independiente.
Con una nueva Constitución, Chile sería vuelto a fundar después de 212 años de existencia. Nadie puede obviar que nuestro país demográficamente se ha formado con el concurso de diversas y numerosas corrientes étnicas no sólo originarias sino también europeas y asiáticas, que se han integrado y contribuido con sus aportes en el tiempo a su desarrollo y a su progreso gradual como nación.
El concepto de plurinacionalidad, copiado de las constituciones de Bolivia y Ecuador, pudiera entenderse en esos países que cuentan con un alto porcentaje de población indígena (65 a 75%), lo que sin duda no es el caso de Chile. Todos los países del mundo tienen en su población componentes de distintas corrientes étnicas, históricas y culturales y en algunos casos cuando la unidad como nación ha sido débil, las diferencias han dado espacio a cruentas y prolongadas luchas fratricidas.
Sin duda esto último es lo que muchos rechazamos para nuestro país, porque Chile es uno solo.
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