Las diferencias más notorias de ambas campañas rumbo al plebiscito de salida, son dos: el rechazo no presenta un líder o jefe de campaña o, como se le denominaba antes por ser una fuerza transversal ciudadana en la que los partidos no tienen hegemonía.
Por su lado, el apruebo, a falta de dirigentes de la extinta convención, sus huestes siguen las evoluciones electorales con tintes populistas del Presidente, su gobierno y las coaliciones poco cohesionadas de izquierda radical y de centro izquierda. Pero, de todos modos, el oficialismo tiene una ventaja evidente por la disparidad de poder, influencia y recursos de todo tipo en su favor.
En cuanto a las encuestas, hasta esta semana siguen mostrando la recuperación de 10 puntos del rechazo sobre el apruebo luego que la diferencia se situaba a un par de puntos. En el rechazo confían en que la balanza la inclinarían los votantes mayores de 50 años que se abstenían y que ahora lo harían por el rechazo.
En su campaña, el gobierno ha lanzado la serie de ofertas para permear a los indecisos de escasas convicciones a la hora de votar. Por ejemplo, el sueldo mínimo subió de 350 mil a 400 mil pesos, un 14,4%, con buena acogida, pero por la incidencia inflacionaria anual acumulada se reduciría a sólo alrededor de un 4% real de aumento.
En relación al Copago Cero, es una medida plausible aunque en la práctica, según Héctor Sánchez, director del Instituto de Salud Pública de la UAB, la realidad no es tan promisoria. Hoy las listas de espera en centros de salud públicos llegan a 2 millones de personas y para cirugía a 320 mil pacientes.
Una consecuencia del Copago Cero es que es muy probable que muchas más personas acudirán ilusionadas a atenderse ahora sin costo. Pero lamentablemente se encontrarán con que deberán ubicarse al final de las listas de espera.