Por lo común, en las ciudades y localidades de la zona centro sur y sur del país, predominan las construcciones en madera tanto habitacionales cuanto en escuelas y edificios públicos y privados. Los métodos de calefacción más habituales están principalmente basados en leña.
Entonces, considerando ese importante factor y algunas características meteorológicas frecuentes de vientos fuertes y también una insuficiente mantención de los equipos, la atención y sensación de alto riesgo de incendio siempre está latente entre los vecinos. Las personas que están fuera de su hogar por trabajo u otros motivos están siempre atentas en casos de toques de sirenas de bomberos.
Un incendio es quizás la mayor tragedia que puede afectar a una familia o grupo social. Ante esta eventualidad, el personal de establecimientos educacionales tiene la obligación de velar por la seguridad de los escolares.
En este sentido, todo lo que se haga preventivamente, es bien entendido, porque está destinado justamente a mantener activas las medidas de seguridad. Así ocurre con los simulacros de incendio como el reciente en un jardín infantil de Lican Ray.
Ha habido otras simulaciones en Villarrica también con activa participación de Carabineros y Bomberos, que se agradece. Lo que podría considerarse, eso sí, es que en esos casos no se hiciera funcionar el sistema de sirena.
En vista de los efectos anímicos y sicológicos de una alarma, debería evitarse causar esa sensación de peligro en un simulacro. Bien podría reemplazarse por un sonido menor, más focalizado en el lugar de la simulación, por ejemplo con empleo de sirenas de un carro bomberil. La comunidad lo agradecería.
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F r a s e
“En medio de adversidades, es tarde para ser cauto”
(Lucio Séneca)