Tanto la campaña por el apruebo como la del rechazo, han creado expectativas en la población chilena, que en gran medida serán muy difíciles de cumplir por múltiples razones. En primer lugar, la campaña del rechazo, en sus pretensiones mediáticas, se muestra como parte de la población de clase media y clase pobre participando en las grandes concentraciones multitudinarias del estallido social, bajo una misma bandera de esperanza de cambio y transformaciones profundas, pero ahora, descorazonados de la obra exótica creada por los Constituyentes y ofreciendo cambios sustantivos y substanciales a la Constitución de 1980, que la dejarían “peinada” y de acuerdo a los mejores estándares de las necesidades de las gentes. ¿Será tan así, como lo pintan?¿Cumplirá la Centro Izquierda y la Derecha que van por el rechazo con modificar de verdad esa Constitución heredada de la dictadura que nunca fue medularmente cambiada? ¿No se irán a sentir triunfadores nuevamente y dejarán todo tal cual está? Este sueño de la derecha política, de ser dueños de un potencial rechazo generaría enormes frustraciones y no tendríamos paz.
Por otra parte, la campaña televisiva del apruebo, muestra la compleja y enmarañada nueva Constitución en su enorme lista de principios y normas que transcienden por mucho lo que se necesitaba y se quería para el cambio en Chile, y al igual que los del rechazo, estos, ofrecen el oro y el moro, con una cantidad de “derechos”, tan gigantescos y desproporcionados, que al no existir un financiamiento económico que los resista, generará profundas frustraciones, que conducirán también a caminos alejados de la paz y la concordia, surgiendo movilizaciones, protestas y tomas exigiendo esos derechos insatisfechos.
Por estas dos razones, la opción que gane, sea la que sea, DEBE, someter con responsabilidad cívica y política la Nueva o la del 80 a cirugía mayor, lo demás es pólvora.
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