La juventud en cualquier época y latitud siempre ha sido rebelde, contestataria y radical, término este último que se utiliza ahora en reemplazo del concepto de extremo. No es novedad entonces que en Chile, este fenómeno se dé como un factor propio del desarrollo de la personalidad de la edad juvenil.
Sin embargo, a nivel de la educación media, y también superior desde un punto de vista más ideológico, estas características de segmentos jóvenes han adoptado claras expresiones violentistas. El llamado bullying y la agresividad, están dando paso en muchos casos a una violencia destructiva inaceptable.
No se trata de un rechazo a estos comportamientos basado en un conservadurismo anacrónico. Se trata de una observación racional de lo que sucede en algunos establecimientos educacionales y también en la calle y en lugares públicos de uso común.
Los sucesos, que desde hace años se verifican en los principales establecimientos de educación media de la capital, como el Instituto Nacional, el Internado Barros Arana y otros, superan toda norma de convivencia civilizada de orden y disciplina.
La dirección y profesorado del Instituto Nacional, han reconocido que han sido superados y que carecen de la capacidad de control de situaciones muy violentas al interior y a las afueras de ese recinto. Los docentes han dicho “estamos abandonados plenamente”, en clara alusión a la inacción de las autoridades.
Estos paupérrimos ejemplos de los alumnos de esos liceos, tienen en sí mismos un grave efecto imitación que puede multiplicarse por la geografía nacional. Las autoridades deben adoptar medidas urgentes dirigidas a imponer respeto, disciplina y orden en beneficio de los mismos jóvenes, de sus familias y de la comunidad nacional.
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F r a s e
“Una buena educación es la vacuna contra la violencia”
(Benjamin Franklin)