“Al analizar todo con el paso del tiempo claro que la emoción es mayor ya que mi experiencia al estar junto a la Reina Isabel II ocurrió cuando tenía casi 15 años”. Es la primera reflexión que hace hoy Sylvia Alicia Rodríguez Martínez, profesora villarricense que en 1968 vivió una experiencia que hoy adquiere un alto valor.
“Yo estudiaba en el Colegio de Humanidades y ese día viernes dieron libre, después de la primera hora de clases. Con unas amigas decidimos ir al aeródromo, ubicado en el mismo lugar que hoy, a ver a la Reina Isabel. Recuerdo muy bien. Mi mamá me dio dinero para el pasaje y partimos con Marta Massri y Marta Tiznado vistiendo nuestro uniforme escolar. Era el tiempo de la línea de Buses Azules. Nos ‘colamos’ gracias a que un periodista nos ayudó a entrar. Al dejarnos adentro solo nos dijo ‘pórtense bien’. Llegamos a tiempo porque después supimos que el tráfico desde Villarrica fue suspendido a media mañana antes de llegar al hotel Antumalal, incluso la señora Ema Camino, mamá de Marta Massri, que me parece era delegada de Gobierno, tuvo problemas y no alcanzó a pasar.”
Era una odisea. Por aquellos años llegar a Pucón era difícil, con muy poca locomoción y más aún al aeródromo. El hotel era el top de Chile que recibía a grandes artistas del cine estadounidense, como James Stewart, por ejemplo, (ganador de un Oscar en 1984). Era el destino de la Reina Isabel II, el Príncipe Felipe y comitiva.
Sylvia Rodríguez sigue con claridad la conversación. Todo es de fácil recuerdo: “Nuestra primera impresión fue ver aviones grandes ya que siempre allí solo había avionetas.”
Con la Reina Isabel II

Dicen que la curiosidad mató al gato. Por eso quisimos entrar al área de la emoción. Estar con una alta autoridad mundial no es cuestión de todos los días y que en la actualidad tiene una alta connotación. Entonces ya era necesario saber de prolegómenos y detalles.
“Una señora, probablemente al vernos correctamente uniformadas, me dice ´mijita, usted le va a entregar las flores a la Reina´. Me extrañé. A lo mejor creyeron que éramos parte de una delegación estudiantil. Si me lo dicen 5 ó 10 años después hubiese pensado en el honor que me estaban entregando. ¿Muchas recomendaciones? Claro. Apenas me señala que yo le entregaba ese hermoso pequeño arreglo floral me explica que si la Reina no me daba la mano yo no lo hiciera y si me la daba no debía apretarla, además debía hacer una reverencia al estar frente a ella. Me enseñaron varias veces cómo hacerlo. La señora que me instruía, a cada rato me decía lo que debía hacer. Era un bouquet con unas flores blancas que no conocía junto a tres copihues rojos.”
Para una niña era una experiencia inesperada. De aprovechar el día libre en el Colegio de Humanidades para ir solo a mirar a la Reina, pasar ‘colados’ gracias al apoyo de un periodista y encontrarse a punto de vivir un momento notable, fue extraordinario. Recuerda que ese viernes 15 de noviembre de 1968 el día presentaba la mejor escenografía con un sol radiante y el volcán en todo su esplendor. Era el último fin de semana de la Reina Isabel II en Chile.
“Quedamos frente a la escalera del avión en la fila de las autoridades. Cada una de mis amigas estaban a mi lado. Cuando llegó el momento entregué las flores con la reverencia ya aprendida, mientras Marta Tiznado le hizo una tremenda reverencia lo que motivó una sonrisa de la Reina”.
Vestía de calipso
¿Qué le llamó la atención al estar frente a ella?
“Su rostro muy bien cuidado, con un maquillaje muy suave. Creo que, como en esos años se usaba mucho el polvo, tenía una pequeña capa que le daba un aire especial. Vestía un traje calipso de dos piezas y con un sombrero en el mismo tono. Muy amable y cercana. En todo caso lo que me llamó mucho la atención fueron los hermosos ojos azul-celeste del Príncipe Felipe que casi hacían juego con la vestimenta de la Reina. Alto y distinguido. Con el paso de los años hemos visto muchas de estas ceremonias y ahora digo y pensar que de cabra chica estuve en una de ellas.”
No pasaron más de cuatro horas desde la partida para solo ser espectadora, a vivir un momento que pudo ser parte de un archivo histórico: “En ese tiempo no hubo foto y si existió, nadie me dijo que la tenía, no había TV como hoy, en fin…Al terminar el acto de recepción tuvimos que esperar que saliera toda la comitiva. Lo único que teníamos era hambre. Pasamos en Pucón a la casa de Lucy Vergara que era compañera de colegio y su mamá nos ofreció una rico almuerzo, muy cerca de la que debía ser la hora de las onces.”

¿Y las reacciones en su casa y en el colegio?
“Como si nada. En el colegio pasó sin mayores comentarios y mi mamá preguntó uno que otro detalle, pero nada más. Estar horas bajo el sol tuvo un premio que hoy, con el paso de las décadas, alcanza un valor que muy pocas personas tuvieron, al ser parte de ella. Aprovecho de recordar a mis amigas de ese entonces: Marta Tiznado, ya fallecida y Marta Masrri.”
Silvia Rodríguez, fue educadora de párvulos en las escuelas Misional de Ñancul, Laura Vicuña, Jardín Siglo XXI y Liceo Graham Bell. Puede contar con orgullo que estuvo frente a la Reina Isabel II, con reverencia incluida. Lo que no supo es de qué jardín provenían las flores, pero “en todo caso es lo menos importante, considerando la experiencia que se agranda con el paso de los años.” (HAM)