Los ciudadanos de a pie, obreros, profesionales, empleados, mujeres y hombres que laboramos 8 horas día a día por mantener nuestras familias dignamente o los jubilados que con sus rentas exiguas, se las arreglan a media tripa, haciendo milagros para llegar a fin de mes. En fin, todos los que formamos esa mayoritaria clase media chilena de
11.300.000 (64,3% de los chilenos), estamos con rabia, dolidos y molestos con la clase gobernante que desde los años en que terminó la dictadura, los hemos mantenido en el poder votando por ellos en las parlamentarias, presidenciales y municipales y no nos han cumplido.
Al igual que ha sucedido históricamente con las monarquías que han concentrado mucho o todo el poder en sus manos y esto los ha llevado a creerse dioses y alcanzar niveles de corrupción y de abusos gigantescos sobre sus súbditos, igual a sucedidos en Chile en donde por miedo, comodidad o conveniencia de nuestros políticos, nos quedamos anclados con las reglas del juego de antaño, cuyo motor normativo es la Constitución Política que heredamos de la dictadura militar de los años 80. Esta Constitución, si la lees atentamente y la discutes con tus vecinos o amigos, te darás cuenta que está pensada, estructurada y hecha por un grupo exclusivo de personas expertas en derecho constitucional, amigas del poder cívico-militar, que construyeron un verdadero mecanismos de relojería de alta tecnología, para blindar los intereses personales, económicos y privilegios legados, de una minoría que se adueñó de Chile por la fuerza. Así entonces aparecieron como parte de este blindaje de las minorías poderosas, el Tribunal Constitucional y sus atribuciones, el Consejo de Defensa del Estado y sus nuevas normativas, las ISAPRES, las AFP, la Municipalización de la Educación Pública, las Universidades Públicas pagadas, etc., etc.
En fin, esta Constitución construida para unos pocos es el paraguas normativo que nos rige hoy, que tiene la mano muy ancha para algunos pocos y otra muy apretada y castigadora para esa gran clase media que somos, casi el 70% de los chilenos.
Es la Constitución de 1980 que nos rige y que mediante sus artilugios normativos, protege a todos aquellos personajes que roban a manos llenas y no van a la cárcel. A los que lucran con la Educación, con la Salud y con la Vivienda. Es el escudo protector de los que se coluden para subir los precios de los fármacos, de los pollos y del confort. De los que no pagan impuestos, de los que contaminan, de las mineras extranjeras con privilegios aberrantes.
¿Qué esperanza existe entonces, de construir una Nueva Constitución, distinta, equilibrada y que vaya al “hueso” con esas 10 necesidades fundamentales y vitales de todos los chilenos si en Consejo Constituyente es un “espejo” de la correlación de fuerzas políticas del Parlamento?
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